El gabinete y el pararrayos

El gabinete y el pararrayos
Por:
  • javier_solorzano_zinser

Los vertiginosos meses que lleva López Obrador en la Presidencia se han distinguido, entre muchas cosas, por la forma en que ha concentrado de manera apabullante la atención del país.

Suponemos que a estas alturas los integrantes de su gabinete ya les dio tiempo suficiente para saber qué hacer y cuál es el estado de las cosas en sus oficinas.

El seguimiento que se le hace a diario al Presidente raya en lo excepcional, no hay antecedente que se le parezca a pesar de que a lo largo de años nos la hemos pasado bajo el rito y la pleitesía.

En otros sexenios, detrás de los presidentes estaba el gran aparato de difusión que se encargaba de transmitir todo lo que hacían.

Los encargados de su imagen vivían en el límite. Se les iban encima si el Presidente se veía con mala cara, si la corbata no estaba en su lugar o algo parecido, era el cuidado extremo cercano al absurdo.

Se aceptaban las reglas y las formas porque todo se encuadraba en complicidades y convenios entre los dueños de los medios y la Presidencia, era una singular forma de vida y entendimiento. Así se hizo por años y nadie se quejaba, de no ser por la sistemática crítica de analistas y observadores.

Lo que estaba en el fondo eran acuerdos en las formas de cogobernar. Se cuidaban unos a otros y en un buen número de casos cuando había diferencias, tenían que ver con si llegaba el cheque a tiempo a los medios. La frase de López Portillo refleja una práctica viciada y desafortunada que permaneció durante décadas: “no te pago para que me pegues”.

Hoy se sigue al Presidente por todos lados, pudiera haber algunos acuerdos sobre coberturas, pero da la impresión que no las necesita, le caen por doquier.

López Obrador está en todas partes, está en los medios y las redes que se encargan de hablar de él y estar con él. Se le ve en aviones, en carreteras, en las calles, en las mañaneras las cuales se siguen a lo largo de todo el día, se le ve bateando y hasta bebiendo agua de coco con todo y los señalados y fustigados popotes.

Teniendo el Presidente la atención total si alguien lo debiera aprovechar es su gabinete. Les quita los reflectores y cuando hay errores o desaciertos les enmienda la página con cuidado, por lo menos públicamente.

La sobreatención presidencial les debiera permitir claridad para hacer su chamba. Han sido tres meses de trabajo forzado en que la atención no ha estado cerca de ellos, en algunos casos han pasado auténticamente de largo y por ello no se conocen los nombres de la mayoría de quienes integran el gabinete.

El tiempo del aprendizaje se está acabando. Los errores y desaciertos en que han incurrido han tenido el favor del periodo de gracia. También caminan bajo la benevolencia de la sociedad, la cual cotidianamente le otorga todo su apoyo, reconocimiento y aceptación al Presidente y a todo lo que le rodea.

Al Presidente le va a ayudar mucho tener una especie de pararrayos en el mediano plazo. Entre otras razones por el desgaste inevitable al que se va a ver sometido al paso del sexenio. El gabinete seguramente se mueve al ritmo que impone el Presidente, pero está obligado a hacer públicamente su parte y a ser pararrayos.

No hay manera que alguien le pueda quitar los reflectores y la atención a López Obrador, no pareciera necesitar de ninguna complicidad ni acuerdos con medios o con quien sea para ello, como sucedió en otros sexenios.

El gabinete tiene que darse a conocer, algunos dan la cara a menudo y eso es bueno para el Presidente, pero la gran mayoría no actúa de esta manera.

Un proyecto como el que está tratando de instrumentar López Obrador requiere de muchas voces, no sólo la de él por más potente y reconocida que sea.

RESQUICIOS.

Gracias a un migrante que se hizo el muerto se pudo conocer la matanza en San Fernando, Tamaulipas. Fueron 58 hombres y 14 mujeres de Guatemala, El Salvador y Brasil. La pasada semana se informó de nuevos secuestros en la misma zona, son 44 personas de las cuales no se sabe nada.