El perdón

El perdón
Por:
  • javier_solorzano_zinser

La lógica sobre la cual se pudiera estar moviendo López Obrador con el perdón podría ser el evitar largos y farragosos juicios. Los acusados podrían utilizar todos los elementos a su alcance, que no son pocos, para intentar meterlos en largos procesos que podrían terminar en desenlaces adversos.

El Presidente electo sabe que los terrenos de la justicia son confusos, discrecionales, corruptos y que pueden terminar por invalidar la acción de la justicia.

López Obrador intuye en lo que se puede meter y hacia dónde lo pueden llevar largos procesos que le quiten tiempo, lo desgasten y lo expongan.

Le pueden quitar el foco de lo que quiere hacer y las acusaciones pueden terminar en un petardo. En el fondo, aunque no lo exprese, está la desconfianza que él también tiene en la instrumentación de la justicia. Seguramente está pensando en cambios a futuro en la materia, pero, por lo pronto, tiene que lidiar con lo que hay.

Ésta es una de las formas en que se puede entender el perdón colectivo en que insiste López Obrador. Otra manera tiene que ver con la forma en que actúa.

Da la impresión de que es él quien se abroga la autoridad para otorgar el perdón. Ya lo hizo con muchos personajes que se le han acercado. No ha reparado en lo que han hecho y lo que se les ha cuestionado, más de alguno ha recibido el repudio colectivo.

Esta actitud hace a un lado a los aparatos de justicia que son los responsables de dirimir los actos que puedan ser violatorios de la ley. El gran problema con esta actitud es que se entra en terrenos en que la justicia se hace a través de los designios de una persona, y no por medio de los aparatos de justicia que la sociedad ha diseñado.

Se confunden los espacios porque las formas y organización que ha asumido nuestra sociedad tienen una visión integral para la solución de sus problemas. Las responsabilidades, en lo general, son colectivas o derivan de ellas.

En esto de los perdones y olvidos, el tema que más controversia ha causado es el de los expresidentes, desde Salinas hasta Peña Nieto, lo que no incluye a Echeverría porque “eso fue hace 40 años”.

Si alguien conoce los entretelones de ese pasado es López Obrador, este tema ha sido uno de sus grandes ejes de su sistemática y de sus campañas políticas.

¿Cómo debe ser visto el actual estado de la cosas que es la suma de años de impunidad, desigualdad social, corrupción, injusticia en medio de un desarrollo desigual? ¿Qué hacer con este pasado que nos tiene con este presente?

No es un asunto que se resuelva a través de las redes, a pesar de que el tema pase todo el tiempo por ellas. Todo es más profundo, la pregunta trasciende al sexenio: ¿cómo nos queremos ver como sociedad con este tema a futuro, y cómo se quiere ver el Presidente electo con un asunto que ha denunciado a lo largo de muchos años?

No creemos que a López Obrador el tema le haya dejado de importar o que lo quiera pasar de largo, más bien parece que lo que quiere es dejar atrás este pasado para que no le quite tiempo en el desarrollo de su presente. Todo le urge, como se ha visto en el tortuoso proceso de transición.

El dilema es mayúsculo. Lo es en sí mismo, pero también lo es porque lo que está proponiendo lo está enfrentando con lo que él mismo ha dicho y con un sector de la sociedad crítico que le está exigiendo que no olvide, que actúe, y que se llegue hasta el final.

La decisión no necesariamente pasa por las redes y las consultas. Pasa por lo que él quiere, le quite tiempo o no. Es un tema colectivo ante el cual, como en pocos, si algo le conviene es escuchar.

RESQUICIOS.

Viene bien meterse a las entrañas de los medios públicos para tener idea de lo que son. Si alguien los ha maniatado y menospreciado es el poder político sexenal. La mayoría de ellos han hecho sus tareas, no son improvisados, son democráticos por convicción y libres, a lo que se suma que son los de mayor credibilidad en materia informativa; no les dé por descubrir el agua tibia.