Entre acomodos y reacomodos

Entre acomodos y reacomodos
Por:
  • javier_solorzano_zinser

Si alguien se está obligando a entender los tiempos de López Obrador, son los empresarios. Se han reunido con el Presidente electo en varias ocasiones y todo parece indicar que hay acuerdos, al tiempo que ponen sus mejores caras.

Todo lo que se dijeron por la construcción del aeropuerto de Texcoco ha pasado a segundo plano; ya ni quién se acuerde de ello. Les da por tener la piel de elefante —rasgo común en la clase política—, por ser absolutamente pragmáticos, por reconocer que no les queda de otra; o por la suma de todo esto.

Después de lo que se dijeron y argumentaron sobre Texcoco era previsible que se presentaran discusiones y debates de los empresarios, en defensa de la obra; sin embargo, no fue así.

Aceptaron, o se sometieron, ante lo que les propusieron en acuerdos que no han sido transparentados. Del enojo y defensa vehemente pasaron al entendimiento; al final, Texcoco va a ser recordado como una mala anécdota, la cual no vaya a ser que alguien la quiera reciclar en seis años.

El hecho coloca a los empresarios bajo nuevos entendimientos con el próximo poder político; sólo al paso del tiempo sabremos qué irá a suceder. Los signos y mensajes que hoy se han dado son inquietantes; no vaya a ser que por llegar a acuerdos se repitan esquemas y formas que tanto han dañado.

Lo que sin duda es importante, es qué tanto los empresarios y el futuro Presidente han entendido que se tienen que entender; son fuerzas mutuamente dependientes.

Por más que vayan a cambiar las cosas, como se presume, con el nuevo gobierno, no tiene sentido que los empresarios y el nuevo gobierno entren enfrentados a esta nueva y significativa etapa del país.

El sector privado sabe que tiene que acatar las nuevas reglas con un gobierno que parte de una enorme legitimidad. El Presidente electo no deja de arremeter contra los empresarios; pero, paradójicamente les ha venido abriendo las puertas de par en par.

Igual los felicita por ser parte importante en el desarrollo de la cultura, que los pondera como responsables dueños de medios de comunicación, cuando hace por lo menos tres meses eran la manifestación más acabada de la mafia del poder.

Se dirá, con razón, que es el momento en que el nombre del juego es el entendimiento, llegar a acuerdos y ver hacia delante. Lo que le dará fuerza y valor a todo lo que llegue, será que se haga público, lo cual no se ha visto; por lo menos hasta ahora.

López Obrador va acomodando las piezas. La inquietud en un sector de la sociedad se debe a que ha enviado algunos mensajes contradictorios, de la mano de decisiones que han hecho algo más que asustar a varios.

Lo que no se puede pasar por alto es, que sea como sea, López Obrador no ha engañado a nadie. Más bien ha empezado a desarrollar lo que prometió y dijo a lo largo de todos estos años. La sociedad, al tiempo que votó por él, también mando un mensaje: ya no queremos lo que hemos vivido todos estos sexenios.

Un buen ejercicio es imaginar lo que estaría pasando si las elecciones las hubiera ganado José Antonio Meade o Ricardo Anaya. ¿Realmente queríamos esto como país, a pesar de las inquietudes y temores que puede provocar López Obrador en algunos?

El costo con el nuevo gobierno es la incertidumbre. Profesionistas, burócratas, jóvenes, inmobiliarias, banqueros, entre otros, andan inquietos, y con cierta razón. No se sabe cómo venga el futuro.

López Obrador va a tratar de cambiar mucho de lo que nosotros mismos no queríamos, ni queremos.

El Presidente electo debe enviar certidumbre y debe ayudarnos a todos a acomodarnos a sus tiempos. Nos debe echar una mano.

RESQUICIOS.

El juicio de El Chapo está arrojando lodo por doquier. ¿Qué creer de lo que se está diciendo y lo que está por venir? Estando sumidos en la corrupción, todo resulta posible. Lo que es definitivo, es que para lo que hicieron y hacen los Zambada y El Chapo, había, y hay, manos que mecen, desde el gobierno, la cuna.