El año que fue

El año que fue
Por:
  • gabriel_msod

El año que fue nos deja un sabor de boca amargo. Tanto Occidente como el Medio Oriente, vinculados el uno al otro, se enfrentan a una de las más difíciles tormentas de la última década. A pesar de que hubo indicios de cambio y de que la extrema derecha no logró el ascenso que esperaba, el ultranacionalismo se consolida en Europa y Estados Unidos.

La izquierda británica tuvo su peor resultado en varias décadas, asegurando la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea; en Francia el fracaso de Macron, que había logrado contener a la derecha extrema, le ha abierto de nuevo la puerta a LePen. En Alemania, la inminente salida de Merkel pone en entredicho la estabilidad del país y con ella el destino del resto de Europa. En Polonia, Hungría y Austria el fascismo no ha sufrido mayores derrotas.

En Estados Unidos, a pesar de enfrentarse a un juicio de impugnación, el presidente Trump no ha perdido fuerza de cara a la elección del próximo año. La situación pinta aún peor en el Medio Oriente. Con la salida de Estados Unidos del norte de Siria, Irán y Rusia se consolidaron como los mandamases de la región.

En Turquía, Erdogan tomó nuevos aires después de su derrota electoral en Estambul, con la invasión del norte sirio. Irak se encuentra en completo caos y en Irán se siguen contando los muertos después de la represión de las últimas manifestaciones. Israel tendrá sus terceras elecciones en sólo un año y, más al sur, en Arabia Saudita, el reino, empoderado por el apoyo de Trump, continúa enfrascado en una guerra civil sin fin en Yemen.

Otras regiones del mundo no parecen más prometedoras. El hinduismo nacionalista salió con toda su fuerza contra la minoría musulmana en India y en China; Xi Jinping se ha vuelto cada más autoritario, concentrando el poder en respuesta a las protestas sin fin en Hong Kong.

Si de hombres fuertes se trata, 2019 fue un buen año, en especial para el presidente Putin, quien a pesar de dirigir una economía con serios problemas, se ha consolidado como una potencia mundial, interfiriendo en elecciones en todo el mundo y aumentando su presencia militar en el Medio Oriente.

Fuera de las victorias en Argentina y España, donde los nuevos líderes están prácticamente destinados al fracaso, las izquierdas del mundo se encuentran en la más profunda crisis de los últimos 50 años. La buena noticia es que el año terminó y que, a pesar de la difícil situación, 2020 provee una oportunidad no de un cambio estético, sino verdadero.

La esperanza más grande para un vuelco de timón se encuentra sin duda en la elección estadounidense. Sanders y Warren pueden aún vencer a Biden en la contienda demócrata y, a pesar de la fuerza de Trump, ambos tienen posibilidades de ganar la presidencia. Esta victoria puede ser la piedra fundamental de un cambio de dirección, donde la respuesta al ascenso del nacionalismo y el simbolismo de supremacía racial y nacional, que fungen sólo como parche a las heridas, sea la expansión del Estado de bienestar, que muestre a las masas desfavorecidas por la globalización un camino distinto. Esperemos que la esperanza no se quede sólo en un deseo de año nuevo.