El avión del espectáculo

El avión del espectáculo
Por:
  • guillermoh-columnista

En el siglo pasado hubo dos programas de televisión que mandaban en sus respectivos campos. En el noticioso: 24 Horas, dirigido por Jacobo Zabludovsky. Y en el de espectáculos: Siempre en Domingo, cuyo anfitrión era Raúl Velasco. En el siglo XXI tenemos un programa que hace las veces de los dos anteriores juntos: las conferencias mañaneras del Presidente López Obrador. Convertido en una especie de insólita síntesis de Zabludovsky y de Velasco, el Presidente informa y entretiene al pueblo de México.

Los espectadores del show matinal somos todos: estemos o no de acuerdo con el Gobierno actual; seamos o no simpatizantes del Presidente. Es curioso que quienes hacen más para subir los ratings del programa sean los llamados opositores. Se quejan del Presidente, se burlan de él, pero contribuyen, más que nadie, a que el espectáculo cada vez sea más exitoso. ¿Cuánto durará el programa? No olvidemos que los públicos cautivos pueden ser leales. El noticiero 24 Horas duró muchos años y Siempre en Domingo también fue muy longevo, a pesar de que se decía que en realidad debía llamarse “Siempre es lo mismo”. La popularidad del Presidente puede durar más de lo que sus enemigos calculan. No nos sorprenda que sea más de un sexenio. La gente se acostumbra a cualquier cosa; incluso a lo que menos le conviene.

El mayor poder es el que se ejerce sobre la imaginación. El caso de la rifa del avión presidencial es un ejemplo, uno entre muchos, de la manera en la que el Presidente no sólo dicta la agenda noticiosa, marca línea en los comentarios periodísticos, pone el tema de las conversaciones coloquiales, sino que detona lo que sucede dentro de la cabeza de los mexicanos. Yo me pregunto cuánto tiempo han pensado nuestros conciudadanos, si no todos, la mayoría de ellos, acerca de qué es lo que harían si se ganaran el avión presidencial. Digamos que cinco minutos por persona. Multiplicado por 100 millones —para no contar a todos los habitantes—, nos daría una cantidad de 500 millones de minutos dedicados por la colectividad a imaginar qué harían en aquella circunstancia. ¿Se han perdido todos esos minutos de pensamiento nacional? Algunos dirían que se han ganado para el sano esparcimiento del pueblo. Otros, menos complacientes, dirán que se han derrochado en trivialidades, cuando se pudieron dedicar a cosas más serias, o urgentes, o justas.

Los mexicanos somos como los pasajeros del enorme avión del espectáculo que pilotea el Presidente López Obrador. El destino de la nave es la llamada Cuarta Transformación de México, pero ninguno sabe dónde encontrar ese lugar en el mapa. Confiamos en que el piloto llegará a ese sitio fabuloso cuando lo alcance a ver desde arriba de las nubes. Mientras tanto, dentro de la cabina del avión, los mexicanos se distraen con todo tipo de juegos y bromas.