El microcosmos de Mauricio Beuchot

El microcosmos de Mauricio Beuchot
Por:
  • guillermoh-columnista

Este 4 de marzo de 2020, Beuchot cumple 70 años. El acontecimiento es dichoso para sus amigos y venturoso para nuestra cultura. Asombra la cantidad de sus publicaciones, pero, sobre todo, la variedad de sus temas, ideas y propuestas. No hay nada bajo el sol ajeno a su pensamiento. Su obra merece describirse como un microcosmos mexicano.

¿Microcosmos? Sí, pero no sólo por su carácter enciclopédico, sino porque lo que busca Beuchot es que la filosofía entera —no sólo la suya— y que el ser humano —no sólo él— cumplan la promesa enigmática de ser un espejo del universo.

La doctrina del microcosmos se atribuye al mítico Hermes, lo cual le otorga una pátina de misterio. No obstante, tiene diferentes versiones en filósofos como Demócrito, Platón, Aristóteles, Plotino, San Gregorio, Boecio, San Agustín, San Buenaventura y Santo Tomás. Si queremos penetrar en las aguas más hondas de la filosofía de Beuchot tenemos que acudir a esa venerable tradición.

La doctrina del microcosmos supone la existencia de un kósmos, es decir, de un orden universal en el que el ser humano ocupa un sitio privilegiado. Beuchot asume este presupuesto de manera completa. De aquí se desprenden varios corolarios. El primero es una enfática defensa de la metafísica. El universo es un cosmos y el ser humano, por ser un microcosmos es, como decía Schopenhauer, un animal metafísico, puente privilegiado entre todos los órdenes del ser. El segundo es que el lenguaje humano puede verse como un microcosmos simbólico del universo entero, idea que había sido sugerida ya por el Wittgenstein del Tractatus. El tercero es epistemológico y consiste en afirmar que dado que el hombre es un microcosmos, es decir, participa de todos los órdenes de la realidad, debe pensarla de manera integral, con todo su ser, no sólo con su razón, no sólo de manera científica, sino también con la imaginación y el sentimiento. El cuarto es la idea de que dado que el ser humano es un microcosmos, la introspección nos ofrece una vía para llegar a la verdad. Negar al sujeto o reducirlo a su dimensión física es perder ese espacio interno en el que podemos encontrar no sólo un sitio de reposo, sino de aprendizaje. Nuestro interior no es oscuro, porque hasta ahí llega la luz divina o, quizá mejor dicho, desde ahí brota. El quinto es la tesis de que cada individuo es un microcosmos del microcosmos social. De ahí su defensa específica de un sentido teleológico de la historia humana.

Mi conjetura es que Beuchot ha sido fiel a estas ideas desde muy joven; desde mediados de los años 70 del siglo anterior. Su hermenéutica analógica es el método que concibió para llevar a cabo una tarea más ambiciosa: formular una nueva microcosmología y, por añadidura, convertirse, él mismo, en un admirable microcosmos.