¿Hay vidas que valen más que otras?

¿Hay vidas que valen más que otras?
Por:
  • guillermoh-columnista

Esta pregunta no puede plantearse a la ligera. Si la abordo aquí es porque ha estado dando vueltas en la opinión pública a partir de la pandemia del Covid-19.

El valor que se indaga no es el valor subjetivo; es decir, el que cada quien otorga a su propia vida. Lo que se pregunta es algo más difícil de precisar: el valor objetivo de cada vida humana. Para determinar este valor objetivo es preciso disponer de un criterio que permita responder de manera desapasionada a la pregunta inicial.

Una manera de responder a la pregunta sobre el valor objetivo de una vida es tomar en cuenta el bien y el mal que un ser humano ha realizado o puede realizar.

Aquí no consideraré este tipo de aproximación cualitativa, que es la que, de acuerdo con la imaginación popular, adopta Dios para mandar a un alma al cielo o al infierno.

"Se podría objetar que la teoría del valor presente no nos ayuda para decidir a quién hemos de salvar en un caso extremo: al anciano o al recién nacido. En efecto, no sirve para tomar aquella decisión. Eso no significa, sin embargo, que no sea la menos mala de las tres teorías descritas"

La aproximación que tomaré aquí es la de la relación simple entre el valor y el tiempo de vida. Se trata de una valoración cuantitativa que no toma en cuenta una dimensión moral sino únicamente temporal.

Desde esta perspectiva se pueden ofrecer dos respuestas opuestas. De acuerdo con la primera, que llamaré, teoría del valor futuro, la vida de alguien vale por la cantidad de años que aún tiene por vivir. Para la segunda, que denomino teoría del valor pretérito, la vida de alguien vale por la cantidad de años que ha vivido.

Para la primera teoría, el valor máximo de una vida se fija en su nacimiento. En ese momento su vida vale más en tiempo por vivir. Para la segunda teoría el valor máximo se halla en el instante previo a su muerte. En ese punto vale más en tiempo vivido.

[caption id="attachment_1148390" align="alignnone" width="696"] Eugene Rush y su hijo, ambos diagnosticados con coronavirus, posan en Michigan, Estados Unidos, el pasado 16 de abril. Foto: AP[/caption]

Para la primera teoría, la muerte de un niño es una desgracia más grande que la muerte de un viejo. Para la segunda teoría la muerte de un anciano es una desgracia mayor que la muerte de un crío.

La doctrina utilitarista puede adoptar el criterio temporal para determinar el valor objetivo de una vida. Sin embargo, habría dos utilitarismos: uno de futuro y otro de pasado. El utilitarismo de futuro implica, de manera inevitable, una discriminación a los ancianos. El utilitarismo de pasado implicaría, también de manera inevitable, una discriminación a los jóvenes, a los niños y, sobre todo, a los bebitos.

Cuando se trata de elegir en una situación en la que hay que salvar vidas, por ejemplo, en un naufragio, un terremoto o una guerra, la diferencia entre la primera y la segunda teoría no podría ser más radical. La primera preferirá salvar a los niños, mientras más pequeños, mejor. Para quien adopte la perspectiva de la segunda habrá que salvar a los ancianos, mientras más viejos, mejor.

"Cuando se trata de elegir en una situación en la que hay que salvar vidas, por ejemplo, en un naufragio, un terremoto o una guerra, la diferencia entre la primera y la segunda teoría no podría ser más radical. La primera preferirá salvar a los niños, mientras más pequeños, mejor. Para quien adopte la perspectiva de la segunda habrá que salvar a los ancianos, mientras más viejos, mejor"

Las intuiciones detrás de la primera y de la segunda teoría no pueden desestimarse. Si un grupo humano tiene que huir para salvar la vida y sólo puede salvar a un anciano o a un recién nacido, seguramente no le será fácil tomar la decisión. Para algunos, la decisión correcta es salvar al más viejo. Para otros, la decisión correcta será salvar al más joven.

Nos encontramos ante lo que podría parecer una aporía. Sin embargo, el dilema tiene solución: hay una tercera opción, la teoría de que la vida no vale por su pasado o por su futuro sino por su presente y sólo por su presente. Llamemos a ésta la teoría del valor presente.

De aquí se desprende que cómo cada vida tiene el mismo presente, cada vida vale lo mismo. Ningún existente tiene más presente que otro. La existencia humana, entonces, valdría lo mismo en cada caso porque el presente es plano. El futuro y el pasado, en cambio, tienen profundidad y, por lo mismo, pueden ser dispares.

La relación ontológica que planteo entre la existencia, el presente y el valor merece ser examinada con más cuidado. Espero hacerlo en otro sitio.

Se podría objetar que la teoría del valor presente no nos ayuda para decidir a quién hemos de salvar en un caso extremo: al anciano o al recién nacido. En efecto, no sirve para tomar aquella decisión. Eso no significa, sin embargo, que no sea la menos mala de las tres teorías descritas.