Indignación y transformación

Indignación y transformación
Por:
  • guillermoh-columnista

Una cadena de infanticidios espantosos ha suscitado un estado colectivo de hondísima indignación. El sacrificio de los inocentes, su tortura, su indefensión nos ha dejado perplejos ante el origen de esa maldad absoluta. ¿Qué tiene que pasar en el cerebro y el corazón de un ser humano para cometer semejantes monstruosidades?

Al mismo tiempo, hemos sido testigos del movimiento feminista que ha levantado la voz contra la violencia que padecen las mujeres. Yo sé que se ha criticado sus métodos, su radicalismo, su cerrazón. Pero no podemos dejar de reconocer la fibra moral de sus reclamos.

"¿Exigir? Sí, hay que hacerlo todas las veces que sea necesario y de todas las maneras que sea indispensable. Pero además de la exigencia a las autoridades, a los responsables de protegernos, hay que exigirse a uno mismo. Preguntarse: ¿qué puedo hacer yo, aquí y ahora? No sólo quedarse con la interrogante de: ¿qué puede hacer él o ella? Si nos damos cuenta de que lo que podemos hacer es muy poco —como casi siempre es el caso— no debemos, por esa razón, dejar de hacerlo"

Ante esta aflicción colectiva pueden tomarse dos respuestas. Una va del dolor a la desesperanza y desemboca en la parálisis. Otra va del dolor a la esperanza y nos lleva a la transformación. Es la segunda vía la que debemos transitar en este momento tenebroso. Debemos partir de la indignación para buscar la redención por medio del cambio. Ésta es la lección que hemos de aprender de los grupos feministas que se han movilizado para exigir que se haga lo que se tenga que hacer para acabar con la violencia de género. No debemos dejar que la congoja nos haga renunciar a la expectativa de que se resolverán los problemas.

¿Exigir? Sí, hay que hacerlo todas las veces que sea necesario y de todas las maneras que sea indispensable. Pero además de la exigencia a las autoridades, a los responsables de protegernos, hay que exigirse a uno mismo. Preguntarse: ¿qué puedo hacer yo, aquí y ahora? No sólo quedarse con la interrogante de: ¿qué puede hacer él o ella? Si nos damos cuenta de que lo que podemos hacer es muy poco —como casi siempre es el caso— no debemos, por esa razón, dejar de hacerlo. Cada grano de arena cuenta. Es cierto que el grano no se percibe cuando se observa la duna a la distancia, pero sin cada una de las arenillas, la duna no existiría.

[caption id="attachment_1108349" align="alignnone" width="696"] Familiares y habitantes de Tulyehualco, en la alcaldía Xochimilco, despiden a Fátima, el martes pasado. Foto: AP[/caption]

Los mexicanos ya no podemos seguir delegando la solución de nuestros apuros a alguien más. La transformación —la de verdad, no la demagógica— requiere que todos hagamos nuestra parte para reparar nuestra realidad. Insisto: eso lo han aprendido muy bien las jóvenes feministas. Como ya dije, no basta con exigir a quienes están arriba, hay que ocuparse de reformar los espacios en los que vivimos.

México no se va a limpiar con una sola escoba, por alta que sea la escalera. México requiere que cada quien tome su propia escoba y barra a consciencia su patio y la parte que le toca de la acera. La solución no pasa por la macro-política sino por lo que he llamado la micro-política: la que se hace en los espacios más reducidos de la sociedad: la familia, la oficina, el condominio, la fábrica, el barrio. Es ahí donde se libra la batalla de todos los días. Es ahí en donde la diferencia que podemos marcar con nuestra voluntad, conducta e inteligencia tendrá un efecto concreto.

"Los mexicanos ya no podemos seguir delegando la solución de nuestros apuros a alguien más. La transformación —la de verdad, no la demagógica— requiere que todos hagamos nuestra parte para reparar nuestra realidad. Insisto: eso lo han aprendido muy bien las jóvenes feministas. Como ya dije, no basta con exigir a quienes están arriba, hay que ocuparse de reformar los espacios en los que vivimos"

El campo de la micro-política se funde inevitablemente con el de la moral. Es un error suponer que la moral nacional podrá cambiar con medidas de macro-política. De nada servirá publicar millones de ejemplares de la cacareada “constitución moral”; como de nada ha servido —como ya se ha comprobado— que cada mañana el Presidente imparta lecciones de deontología por la televisión. El cambio requiere otro tipo de acciones y, sobre todo, otro tipo de sujetos políticos.

La verdadera democracia consiste en que cada uno de los ciudadanos se haga responsable de la parcela que le toca cuidar. El gobierno del pueblo es también el gobierno que cada quien ejerce en su propio terreno, por pequeño que éste sea. La transformación de México tendrá que ser democrática en este sentido, de otra manera no será. Para que resolvamos nuestros gravísimos problemas tendremos que enfrentarlos nosotros mismos. Ningún individuo, por poderoso que sea, por descollante que sea, podrá salvarnos de nuestras miserias más profundas. Cuando se es demócrata de verdad, se entiende que, si no trabajamos todos juntos, de manera armónica, para enfrentar nuestros retos, jamás los resolveremos de manera plena y satisfactoria. Nuestro dolor tiene que transformarse en acción. Y esa acción tendrá que ser colectiva, inmediata, contundente.