La investidura presidencial

La investidura presidencial
Por:
  • guillermoh-columnista

El Presidente López Obrador es muy celoso de la llamada “investidura presidencial”. No quiere que se la ofenda ni se la mancille. Para protegerla, rehúsa reunirse con quienes él considera que pueden atentar en contra de ella. Ésa fue la razón que adujo para no recibir en Palacio Nacional a los representantes de la Caminata por la Verdad, la Justicia y la Paz, el domingo pasado.

El concepto de “investidura presidencial” nos hace pensar en un pasado remoto, cuando los reyes, con sus coronas y sus cetros, se sentaban en tronos colocados por encima de sus súbditos. No se les podía cuestionar, desobedecer u ofender porque se suponía que su autoridad procedía de la divinidad y, además, que eran la figura humana del Reino en su conjunto.

El Presidente Adolfo Ruiz Cortines siempre vestía de manera impecable –tenía un gusto particular por las corbatas de moño–. Veracruzano de origen, fue un hombre muy astuto y socarrón. Podrían llenarse páginas enteras de las anécdotas de ese Presidente (quien quiera encontrar algunas, busque el estupendo libro Los dos Adolfos de Humberto Romero Pérez). Una de ellas es que cuando jugaba dominó con sus amigos y soltaba algún improperio, decía de inmediato: “perdón, investidura”. Esta anécdota es muy conocida y vino a resumir el choteo con el que los políticos del PRI hacían uso del vocabulario moral y legal de la política. Siempre podían amenazar, robar y engañar, y después, como niños traviesos, pedir perdón a la venerable investidura. Los lagrimones que soltó el Presidente López Portillo en su último informe presidencial son un ejemplo patético de esa actitud.

Tal parece que los presidentes de la alternancia –Fox, Calderón y Peña– le dieron menos importancia a la llamada “investidura presidencial”, por considerar que el concepto guardaba tintes anti-democráticos. La idea era que el Presidente fuera un ciudadano como cualquier otro, que no se invistiera de una dignidad que no le correspondía en un sistema estrictamente democrático; es decir, igualitario.

Supongo que las razones del Presidente López Obrador para cobijar la investidura presidencial tienen que ver con su convicción de que la figura presidencial ahora sí es una manifestación legítima de la voluntad popular. Proteger la investidura presidencial es, por lo mismo, arropar la dignidad del pueblo mexicano. Desde este punto de vista, el descuido de la investidura de los presidentes anteriores era un reflejo de su desdén por los principios simbólicos y los valores morales de la política nacional. Se equivocaban esos mandatarios en suponer que no debían conferir decoro a su puesto y que no debían exigir que se les respetara.

Se puede conceder que, incluso en el régimen más democrático, la figura presidencial merece respeto. Sin embargo, el Presidente López Obrador no debería olvidar que la verdad, la justicia y la paz son más importantes que la investidura.