La pandemia y la guerra

La pandemia y la guerra
Por:
  • guillermoh-columnista

Veo con preocupación que por todas partes se describen la acciones para contener la pandemia de Covid-19 como una guerra. Los líderes de las naciones más poderosas han ofrecido mensajes a sus ciudadanos diciéndoles que lo que les espera es una conflagración equivalente a la Segunda Guerra Mundial.

Comparar a un virus con un enemigo militar tiene consecuencias inquietantes que no pueden pasar desapercibidas. De acuerdo con esta analogía ¿quién compone el Ejército?, ¿quiénes son sus generales?, ¿cuáles son las batallas?, ¿quiénes son los héroes?, ¿quiénes son los desertores?, ¿quiénes son los traidores? y –la pregunta más inquietante de todas– ¿quiénes son los enemigos?

La comprensión bélica de la epidemia ha llevado a los estadounidenses a hacer largas colas fuera de las tiendas de armas. No basta con hacer fila fuera de las farmacias para comprar tapabocas, analgésicos y antivirales. Tampoco basta con hacer fila fuera de los supermercados para comprar papel higiénico, latas de atún y desinfectantes. Si la guerra no se gana en los primeros meses, si el gobierno entra en crisis, hay que prepararse para lo que sigue. Quienes compran armamento en Estados Unidos se organizan para la siguiente fase de la nueva guerra mundial: la de todos contra todos para sobrevivir.

Si los únicos transmisores del Covid-19 fueran las gallinas, nadie tendría ningún reparo en que las sacrificaran a todas. Nadie se lamentaría de la masacre de millones y millones de animales. El grave problema es que somos nosotros, los seres humanos, quienes nos estamos transmitiendo el virus. Cualquiera nos puede contagiar: el vecino, el amigo, el esposo. Cualquiera es sospechoso. “Fulano tiene un amigo que fue a un concierto hace unos días”. ¡Estemos alerta! “Sutano viaja todos los días en el Metro”. ¡Prestemos atención! ¿Debemos cortar todo contacto con ellos? ¿Debemos cuidarnos de ellos?

Se ha inventado un círculo imaginario de dos metros de protección. Nadie debe traspasarlo. ¿Qué haríamos si una persona evidentemente enferma quisiera cruzarlo?, ¿tendríamos derecho de impedirlo?, ¿podríamos utilizar la fuerza, incluso la fuerza letal, para proteger nuestra área de asilamiento?

¿De qué manera podremos ayudar a quien nos necesita si no podemos acercarnos a menos de dos metros? ¿Cómo podremos consolar a nuestros seres queridos? ¿Cómo podremos despedirnos de ellos en su lecho de muerte? Quienes conciben a la pandemia como una guerra nos dirán que esos enfermos son como los soldados que mueren en las lejanas trincheras. Que nada podemos hacer por ellos.

Me resulta decepcionante que en vez de entender la epidemia como una guerra no hagamos lo opuesto: entender la guerra como una pandemia. Los seres humanos estamos enfermos desde hace miles de años del virus de la violencia asesina. Ese virus se transmite de persona a persona, de generación a generación. ¿Cómo podremos curarnos de esa maldita enfermedad del espíritu que ha causado tantas y tantas muertes?