La reelección inevitable

La reelección inevitable
Por:
  • guillermoh-columnista

Cada vez que acababa un periodo presidencial del General Porfirio Díaz, se planteaba la cuestión de quién podría sucederlo en el cargo. Los mexicanos volteaban hacia todos lados y no encontraban a ningún hombre que tuviera la autoridad, la experiencia y la capacidad del General Díaz.

El razonamiento que se desplegaba era el siguiente: si no existe un hombre que tenga las características indispensables para reemplazar al General Díaz, entonces lo que más conviene al país es que el General se reelija. No faltaba quien dijera: ¡pero si el General ha dicho que ya no quiere reelegirse, que preferiría que alguien más asumiera su responsabilidad! Pero entonces, lo que se respondía era que había que convencer al anciano Presidente, rogarle si era indispensable, para que otra vez se sacrificara por la patria; porque si no lo hacía, el país corría el riesgo de caer en el caos político y en la crisis económica. La reelección se veía, de esa manera, como un recurso inevitable.

En aquel entonces, México no tenía partidos políticos como los conocemos ahora. Aunque el grupo de los científicos le habían sugerido al Presidente que se formara un partido político sólido, que fuera un garante de estabilidad y continuidad una vez que el General Díaz pasara a mejor vida, el astuto general nunca aceptó esa propuesta: no quería perder ni siquiera un gramo del poder absoluto que cargaba sobre sus anchas espaldas.

El problema es que el General Díaz era un ser humano y se hacía cada vez más viejo. ¿Acaso no había, entre sus colaboradores, hombres inteligentes, valiosos, que pudieran ocupar su cargo? ¿Acaso no estaba ahí el General Reyes, procónsul del norte? ¿Y acaso no se contaba con el eficiente Limantour? En cuanto sonaban esos nombres, se esgrimía la objeción fundamental. Reyes no estaba mal, pero no era el General Díaz. Y Limantour tampoco estaba mal, pero tampoco era el General Díaz. ¿Por qué conformarse con menos, cuando se podía tener lo mejor? ¿Para qué arriesgar cuando se podía contar con lo seguro?

Los primeros en suplicarle al General Díaz que se reeligiera una vez más eran los más poderosos: los empresarios, los hacendados, los banqueros. Ellos eran quienes tenían más que perder en caso de que el héroe se hiciera a un lado.

El México de 2020 se parece al México del General Díaz. Ya no hay partidos políticos. Ni siquiera hay un partido oficial que merezca ese nombre. El poder ha sido concentrado en un hombre que se destaca por encima de todos los demás. Ninguno de sus colaboradores tiene su estatura. No dudo que hacia el final del sexenio habrá un desfile de notables y potentados que le rogarán que se reelija. Y cuando se les reclame, ellos siempre podrán contestar con el refrán de que: más vale malo por conocido, que bueno por conocer.