Los animales, la pandemia y el apocalipsis

Los animales, la pandemia y el apocalipsis
Por:
  • guillermoh-columnista

¿Será mi imaginación? Desde que estamos en cuarentena me parece que el canto de las aves es más fuerte, más animoso, más alegre. Quizá sea porque hay silencio en la calle y por eso las oigo mejor. Pero no puedo dejar de sospechar que la cuarentena ha sido un periodo de descanso y tranquilidad para los pajarillos urbanos. De repente hay menos autos, menos ruido, menos humo: las cosas vuelven a la normalidad, es decir, vuelven a ser como eran antes, cuando la naturaleza no estaba sometida a la presión de los seres humanos.

Se han dado noticias de que en varios lugares del mundo animales salvajes han entrado a los pueblos y ciudades. En Internet hay videos de cabras y venados que recorren las calles desiertas de las poblaciones. No sé que tan ciertos sean estos reportes. No hay manera de saber si los videos fueron grabados ahora durante la pandemia o fueron registrados antes y los están proyectando como si fueran nuevos. Sin embargo, todas estas noticias provocan cierta trepidación en aquellos que conocemos los antiguos mitos, las viejas profecías, acerca del reencuentro entre humanos y bestias en el fin de los tiempos.

"De acuerdo con Carl Jung, guardamos en lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo ciertos arquetipos, ciertas estructuras simbólicas, ciertos esquemas míticos que por más civilizados que seamos no dejan de estar presentes ahí, en el fondo de nuestra mente. Las imágenes de animales salvajes caminando en paz por los pueblos detonan en nosotros esos símbolos arcaicos, esos mitos borrosos"

En el libro bíblico de Isaías se describe de esta manera el mundo después de la venida del Mesías: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar”.

[caption id="attachment_1143575" align="alignnone" width="696"] Un rebaño de cabras silvestres pasea en las calles de Llandudno, Gales, el pasado 31 de marzo. Foto: AP[/caption]

La descripción de este escenario es impactante. Llama la atención, en primer lugar, que la serpiente, que en el libro del Génesis es quien precipita la caída del ser humano en el pecado, ahora se ha vuelto inofensiva: el niño pequeño mete la mano en su madriguera y la serpiente no le hace nada. Los animales no se dañarán entre ellos, eso es extraordinario, pero no menos extraordinario es que ni ellos nos dañarán a nosotros ni nosotros les haremos daño. Es por eso que, cuando vemos los videos de esos animales que han dejado de tener miedo de entrar a las poblaciones, no podemos dejar de pensar de que quizá se trata del símbolo de algo muy grande que puede estar pasando.

De acuerdo con Carl Jung, guardamos en lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo ciertos arquetipos, ciertas estructuras simbólicas, ciertos esquemas míticos que por más civilizados que seamos no dejan de estar presentes ahí, en el fondo de nuestra mente. Las imágenes de animales salvajes caminando en paz por los pueblos detonan en nosotros esos símbolos arcaicos, esos mitos borrosos.

"Llama la atención, en primer lugar, que la serpiente, que en el libro del Génesis es quien precipita la caída del ser humano en el pecado, ahora se ha vuelto inofensiva: el niño pequeño mete la mano en su madriguera y la serpiente no le hace nada. Los animales no se dañarán entre ellos, eso es extraordinario, pero no menos extraordinario es que ni ellos nos dañarán a nosotros ni nosotros les haremos daño"

El encierro de la cuarentena nos pone a pensar cosas que normalmente no pensamos, porque no tenemos tiempo para ello, porque estamos distraídos con otras ocupaciones y preocupaciones. Es inevitable considerar nuestra propia muerte o la de nuestros seres queridos. ¿Qué haremos si fallece el abuelo? ¿Qué le pasará a mis hijos si yo faltara? Pero también podemos hacer este tipo de consideraciones sobre la humanidad entera. ¿Qué sucedería si muriera la mitad de la población? ¿Qué sería de los seres humanos en un mundo desolado por la peste? Si ya nos inquietamos por nuestro destino personal, angustiarse por estas cosas puede parecer demasiado.

Una recomendación es que lo preferible es no pensar sobre estos temas. Prender la televisión. Ponerse a cocinar. Hablar por teléfono. Evadirse. Pero hay otra opinión que creo deberíamos considerar. Así como podemos aprovechar la cuarentena para poner en orden nuestros asuntos personales, no sólo los materiales sino también los emocionales e incluso los espirituales, podemos aprovecharla para reflexionar sobre nuestro sino común, el que compartimos con los demás seres humanos. ¿Qué sentido tiene mi vida dentro de la corriente de la historia? ¿Qué puedo hacer para aceptar o rechazar o cambiar ese destino mayúsculo?