Hay que alegarle al umpire

Hay que alegarle al umpire
Por:
  • javier_solorzano_zinser

Es difícil abstraerse de lo que hace y dice el Presidente. Él es la agenda y no hay manera de no colocarlo en el centro, termina siendo el eje informativo de casi todo.

Es también algo más que la agenda, ha sabido cómo llamar a diario la atención de los medios y las redes, con toda la resonancia que esto produce. Lo hizo siendo presidente de dos partidos, como Jefe de Gobierno de la CDMX, como candidato y ahora como Presidente del país. Sabe informar y provocar reacciones y para decirlo periodísticamente, sabe dar la nota de forma cotidiana.

Además, hace algo que le ha dado muy buen resultado, señala y opina para que se establezcan juicios y opiniones sobre situaciones que le son importantes, y también sobre ciertos personajes a quienes trae regularmente en la mira.

El control que ejerce en las mañaneras, actos públicos y en general en buena parte de lo que hace está cerca de ser total. No se le va una y si eventualmente esto pasara tiene rápidas salidas y reacciones para recuperar el control, es una práctica que se le conoce de muchos años. Sabe cómo subirle y bajarle el tono a los actos públicos en donde se combina la atención, y un fanatismo muchas veces desbocado.

Está curtido. Es un personaje que ha visto de todo, le ha pasado de todo y le han tratado de hacer de todo. Ha vivido en medio de persecuciones, ataques infundados y robo de elecciones.

Sabe transformar las adversidades en su contra, sabe cómo revertir argumentos, tenga la razón o no. Ha hecho popular otra de sus cotidianas expresiones, la cual en el fondo se convierte en la defensa de sus opiniones, más que en razones, “tengo otros datos”. A estas alturas parece que ya está en los terrenos beisboleros del “alégale al umpire”.

El Presidente se ha convertido en el centro de nuestras conversaciones, controversias, polémicas y ha provocado, a querer o no, inquietantes divisiones internas.

Desde hace tiempo andamos en procesos de vida en que no hay manera de no hablar de López Obrador. Es el personaje que nos permitió hacer a un lado el hartazgo de décadas en que estábamos inmersos. Ganó por ello y muchas razones más, pero también, sería absurdo no reconocerlo y verlo, ganó por él mismo.

Si en estas estamos, no se encuentran razones por las cuales el Presidente sea por lo regular tan sensible a la crítica. Siendo López Obrador uno de los ejes cotidianos de la vida de todos nosotros y habiendo pasado por lo que ha pasado, resulta obvio que los medios, redes y los ciudadanos tengan sus miradas y opiniones en él y sobre él de manera sistemática y por momentos hasta obsesiva.

Está en el imaginario y en la memoria colectiva el hecho de que los medios de comunicación han jugado un papel profundamente desigual y parcial durante muchos años, López Obrador ha sido uno de los más afectados por ello. Sin embargo, también hay que reconocer que muchas cosas han cambiado y el Presidente lo sabe porque lo ha vivido.

En el marco de todo esto, y bajo el reconocimiento de que el camino ha sido largo y lo seguirá siendo, el eje sobre el cual debemos movernos y actuar es el de la libertad de expresión y del ejercicio de la crítica como principios fundamentales de entendimiento y convivencia.

Las expresiones del Presidente son de suyo importantes y han adquirido cada vez una mayor relevancia. A cada una de sus palabras se viene una interpretación y sobre todo una reinterpretación entre sus furibundas huestes.

La crítica fortalece la gobernabilidad y, entre otras cosas, permite ensanchar las formas de ver el país. Nadie como el Presidente lo sabe en función de lo que ha vivido y padecido; no nos viene nada mal a todos alegarle al umpire.

RESQUICIOS.

Está claro que Emilio Lozoya y su abogado se quieren llevar entre las piernas a Peña Nieto y a Videgaray. A ver cómo cuadra esto con el perdón a la mafia del poder, el cual se mencionó ayer en la mañanera como elemento para acabar con la corrupción.