Elecciones en tiempos de coronavirus

Elecciones en tiempos de coronavirus
Por:
  • horaciov-columnista

En todo el mundo, todos, absolutamente todos los gobernantes y legisladores en ejercicio (quizá estos últimos en menor medida), en todos los órdenes de gobierno (nacionales, regionales, municipales), serán juzgados en las siguientes elecciones en función de cómo actuaron para atender la emergencia sanitaria.

Ellos mismos —si quieren y tienen legalmente la opción de reelegirse— o los candidatos de sus partidos que pretendan sucederlos, arrastrarán en la evaluación ciudadana lo que se hizo bien o mal frente a la pandemia.

Es muy difícil arriesgar a estas alturas un pronóstico de cómo saldrá evaluado cada uno, porque la magnitud de la crisis global guarda apenas un muy lejano precedente con las guerras mundiales del siglo pasado. Una parte del manual de la política diría que la población tendería a ser compasiva y juzgar benignamente a los líderes que tuvieron que hacer frente a la crisis, lo cual podría predecir resultados electorales favorables. Pero el tamaño de la emergencia invita a repensar esas reglas, considerando que es la primera vez en la Historia que todos los líderes políticos mundiales serán evaluados bajo un denominador común.

Véanse los dos casos más cercanos: las decisiones electorales que se han tomado en nuestro país (los comicios en pausa de Coahuila e Hidalgo despiertan sólo interés local) y el errático actuar de Donald Trump en un año en el que se presenta a la reelección, este próximo noviembre, en Estados Unidos.

El Covid-19 va a determinar quién ocupará la Casa Blanca a partir de enero de 2021. Trump ha tenido un comportamiento francamente lamentable —ninguna novedad, pero ahora todo parece peor— en las últimas semanas. Ha pasado de desestimar primero la gravedad de la pandemia, a culpar a China de ser la responsable de provocarla, a actuar luego (por un momento muy breve) como el líder mundial que se esperaba que fuera, pero después a entregar cheques personalizados —siguiendo las peores prácticas populistas—, luego a la necedad de querer reabrir intempestivamente la vida pública de su país y estimular las (penosísimas) “protestas” de sus seguidores en diversas ciudades, desafiando la cuarentena, a emberrincharse y amenazar con quitar a la OMS las aportaciones que le corresponden a su país, y, finalmente, a su demagógica e ilegal ocurrencia de frenar todo proceso de inmigración. En el otro bando, mientras tanto, la coyuntura produjo los incentivos correctos para que por fin todos en el Partido Demócrata cerraran filas en torno a Joe Biden, quien no desperdicia foro alguno para mostrarse como el líder que necesitan ese país y el mundo para enfrentar la pandemia y sus consecuencias.

De este lado del Río Bravo, AMLO continúa desestimando la necesidad de encabezar un muy necesario acuerdo nacional para enfrentar la situación (tanto en el frente sanitario como en el económico), ofreciendo en cambio a “los conservadores” simplemente volver a su necedad de hacer coincidir el ejercicio de revocación de mandato con las elecciones federales de 2021. La minoría de bloqueo que reúnen los partidos de oposición en el Senado ya hizo la advertencia de que esa reforma no pasará.