Impeachment

Impeachment
Por:
  • gabriel-morales

Para Bobe, una apasionada de la política.

Esta semana, el liderazgo demócrata en la Cámara de Representantes decidió dar un giro de 360 grados a su estrategia y anunció el inicio de un proceso de impugnación (impeachment) para poner en juicio a Donald Trump y removerlo de la presidencia.

En el caso de la interferencia rusa en la elección de 2016, la investigación del fiscal Robert Mueller no encontró suficiente evidencia para señalar una colusión entre el gobierno ruso y la campaña de Trump para manipular las elecciones; la investigación; sin embargo, sugirió que Trump era culpable de otro delito, la obstrucción de justicia, pues trató de eliminar evidencia incriminatoria.

A pesar de que ésta es una posible ofensa criminal, la complejidad del caso impidió a los demócratas iniciar un proceso de impugnación, pues como las encuestas señalaban, era un argumento difícil de vender a un público que en su mayoría se oponía al proceso. Fue precisamente el cambio en las encuestas el que llevó a la vocera de la cámara, Nancy Pelosi, a reclutar todas las fuerzas en el partido e iniciar el proceso.

En esta ocasión, el crimen es tan evidente que parece lógico que los demócratas hayan decidido tomar el riesgo: en una llamada telefónica con el recién electo líder de Ucrania, el presidente Trump trató de convencerlo de iniciar una investigación criminal contra su rival político Joe Biden y, al parecer, lo amenazó con detener la ayuda estadounidense a Ucrania de no iniciarse el proceso.

Para terminar de cavar su tumba, el presidente y su equipo trataron de esconder la llamada y eliminarla del registro. A pesar de que la mayor parte de la población apoya la impugnación y de que los demócratas cuentan con una mayoría en la Cámara de Representantes, es improbable que consigan los 67 votos necesarios para impugnar a Trump.

¿Cabe entonces preguntarse por qué Pelosi y los demócratas han decidido atacar con todo lo que tienen? La apuesta de Pelosi es que el proceso, que llevará meses, coincidirá con momentos clave de la campaña presidencial de 2020 y servirá como arma para debilitar a Trump de cara a la elección en noviembre.

Queda claro que los seguidores fieles de Trump, así como los senadores republicanos, se quedarán con él hasta el final; no obstante, los votantes de centro son el objetivo verdadero de los demócratas. Votantes que, a pesar de no compartir las posiciones de los demócratas en varios temas, ven el acto de traición como una afrenta, no hacia la izquierda estadounidense, sino hacia el orden constitucional y el régimen democrático.

A diferencia de Bill Clinton, quien decidió enfrentar su proceso de impugnación reconociendo parte de su culpabilidad y pidiendo perdón, Trump ha decidido aceptar los cargos y tacharlos de ridículos, confiando en que, como en 2016, sus votantes ignorarán estas acusaciones y tacharán el ataque de injustificado, otorgándole su voto en noviembre.

Los demócratas saben que una movida tan arriesgada puede tener consecuencias inversas a las esperadas; no obstante, quedarse con los brazos cruzados ante tal afrenta a la democracia habría tenido un efecto aún peor, o por lo menos eso es lo que el liderazgo del partido cree.