Torreón, aproximaciones

Torreón, aproximaciones
Por:
  • javier_solorzano_zinser

Una situación tan dolorosa, triste y compleja como la que se presentó en el Colegio Cervantes en Torreón no tiene una explicación única.

Estamos ante un hecho multifactorial en el que intervienen el entorno, las relaciones familiares, la violencia que existe en el país, los medios de comunicación, las nuevas tecnologías y el hecho de que hoy fluya tanta información sin que tengamos del todo claro los efectos que provoca entre menores de edad.

Hay algo de excepcionalidad en lo que pasó el viernes. No es común que situaciones de esta naturaleza se presenten; sin embargo, estamos obligados a revisar qué está pasando en cuanto a la inseguridad y el efecto expansivo que provoca entre los menores, a lo que se suma el entorno de violencia que es difícil de explicarles.

La acción del estudiante se dio a dos días del regreso a clases. Se pudieron conjuntar diversas circunstancias que vivió el menor en esos días, pero pareciera que estaba bajo un proceso que desatendieron o no detectaron, ni la familia ni la escuela; es difícil que algunos rasgos hayan aparecido intempestivamente.

Es claro que el estudiante debió haber tenido contacto directo, por las razones que se quiera, con las armas. El hecho de que se haya dado a conocer que las pistolas eran de su abuelo y que no estaban registradas, confirma muchas de las circunstancias que se viven en el país.

Todo indica que las armas estaban al alcance del niño y que no existía un proceso de vigilancia y educación sobre ello. El uso de las armas en el país es cada vez más frecuente y se ha convertido en un problema delicado, al cual socialmente no se le ha dado la debida dimensión.

Nos la pasamos hablando de las armas y de cómo entran desde EU, pero no hemos hecho reflexiones sociales y psicológicas sobre las consecuencias que esto tiene entre los jóvenes y los niños. Están en todas partes, se pueden conseguir con relativa facilidad y hay evidencias de que cada vez son más las personas que las adquieren para su autodefensa.

Lo que no se ha hecho ante esta lacerante realidad en escuelas y al interior de las familias es buscar que los niños y jóvenes entiendan lo que significa usar un arma y tenerla al alcance.

Está claro, no sólo por el impactante caso en Torreón, que como sociedad debemos poner la mayor de las atenciones al tema, buscando construir procesos educativos en medio de las circunstancias límite en que vive buena parte de la población.

Insistiendo en la excepcionalidad del caso, está claro que vivimos con las armas como parte de nuestra cotidianidad y que, al estar a la vista y uso de todos, se va creando un código profundamente delicado de algo que ha entrado en terrenos de la peligrosa “normalidad”.

¿Qué puede pasar por la cabeza de un menor que está en formación, ante la gran cantidad de mensajes que tiene enfrente en su corta vida?

Son muchas las respuestas. El tema obliga a que los procesos de enseñanza-aprendizaje consideren el asunto. También estamos ante la necesidad de que en las familias se fortalezca la comunicación y atención hacia los hijos.

Al interior de ellas se debe hacer un esfuerzo para identificar la vida y sentimientos de sus integrantes. La evolución de las familias ha roto esquemas bajo los cuales habíamos vivido; sin embargo, quizá los procesos de comunicación no estén siendo considerados en su justa dimensión.

Los gobiernos están obligados a atacar la inseguridad y sus efectos colaterales, pero reconociendo una vez más la excepcionalidad de Torreón, un punto de partida está en que en medio de la saludable heterogeneidad de las familias, sean éstas las primeras en atender el problema en nuestra violenta sociedad.

RESQUICIOS.

Carlos Girón fue un clavadista excepcional. No ganó el oro en los juegos de la URSS porque al competidor local le regalaron una segunda oportunidad en un clavado definitivo. Muchas veces hablamos sobre ello y lo tomaba con filosofía, ayer se fue.