La razón de los populistas

La razón de los populistas
Por:
  • leonardo-nunez

Sobre el populismo han corrido ríos de tinta en todo el mundo y han incrementado particularmente debido a su ascenso en latitudes y contextos tan distintos como los de Estados Unidos, Brasil, Francia, Turquía o México, así como a la multiplicidad de formas que ha adoptado: desde nacionalismo de derecha xenófobo hasta expresiones radicales de izquierda.

Sin embargo, no deja de resultar interesante cómo en los lugares en donde ha triunfado el populismo, repentinamente mucha de la capacidad de análisis político suele salir por la borda y las explicaciones para entender su ascenso, triunfo y operación suelen limitarse al señalamiento de la incoherencia alrededor de los movimientos populistas y la crisis de la oposición. La descalificación y el relegamiento del análisis riguroso del populismo ha hecho que, más que comprenderlo, lo veamos con asombro y pasmo.

Si alguien votó por Trump, Bolsonaro, el Brexit, el Frente Nacional, Morena o cualquiera de las expresiones globales del populismo, se asume la absoluta irracionalidad de los votantes, del movimiento y de la situación política en su conjunto. Por ello vale la pena rescatar a uno de los analistas que ha partido de negar esta ausencia y, por el contrario, ha buscado ofrecer una explicación más clara: se trata de Ernesto Laclau, en particular, en La razón populista.

El punto fundamental para Laclau ha sido explicar cómo el populismo puede tener tantas variantes y expresiones, a la vez que comparte un elemento único sin importar el lugar del que se trate. El punto fundamental no se encuentra en un tipo de ideología o en la simple creación de discursos incendiarios con la palabra “pueblo” o “gente”, sino en que el populismo surge como consecuencia, respuesta y oposición a algo que Laclau denomina “significantes vacíos”.

En el juego democrático de las reglas liberales, un elemento fundamental consiste en la creación de mecanismos para garantizar la libertad individual, el libre comercio y para la defensa de los derechos. Pero lo que Laclau nos recuerda es que existen una serie de demandas de las personas que, si son ignoradas de manera sistemática y generalizada, pasan de ser demandas democráticas y convertirse en demandas populares. Estas demandas no atendidas pueden tomar la forma de agravios y reclamos de justicia, equidad, libertad, etc., pero el punto fundamental es que el discurso populista toma estos espacios vacíos que ha dejado el status quo y los llena.

El populismo no surge de la nada. Por el contrario, posee una lógica propia en la que los significados políticos que construye pretenden ocupar estos huecos. Así, los agravios de la pobreza generalizada y rampante o la corrupción desmedida, por ejemplo, en la medida que no son realmente atendidos por el sistema, permiten justificar y articular el discurso populista si se ligan a una explicación de quién o qué es el responsable. Llegar a los contornos de esos espacios vacíos pasa por reconocer que los éxitos populistas surgen de los fracasos de las democracias en que nacen, pero mientras sigamos arrojando la idea de que el populismo simplemente es irracional, sin un ejercicio de auto-crítica, no podremos dar ni siquiera el primer paso para entenderlo y responder...