Más que prevenir

Más que prevenir
Por:
  • David Leon

Los incendios provocan pérdidas humanas, materiales, económicas y ambientales. La Organización Mundial de la Salud manifiesta que cada año mueren 265 mil personas en el mundo a causa de ellos; la mayoría en países de bajos ingresos. En México, del año 2000 al 2014 perdieron la vida 10 mil personas por diversas causas relacionadas con incendios.

Jalisco, la Ciudad de México y el Estado de México son las entidades con mayor número de siniestros. La mayoría sucede en hogares. Los efectos de las quemaduras en los sobrevivientes los afectan de manera profunda y por largo tiempo.

Los incendios son susceptibles de un tratamiento que permita evitar su existencia y atenuar sus efectos. La identificación, previsión, prevención, mitigación y preparación resultan etapas fundamentales para evitar las dolorosas consecuencias que los incendios provocan. Sin embargo, esto no es suficiente. El reto en nuestro país es mucho más que prevenir. El ejemplo que a continuación describo retrata de cuerpo entero la problemática que enfrentamos en distintas comunidades de nuestro hermoso país.

El pasado 28 de diciembre, siete niños perdieron la vida al interior de su casa a causa de un incendio, en Iztapalapa. Las madrugadas en esta temporada en la Ciudad de México están caracterizadas por bajas temperaturas y la pobreza agudiza aún más la sensación de frío. Los niños tenían entre 2 y 13 años de edad y se presume que prendieron una fogata al interior de su humilde vivienda para sentir un poco de calor. La casa era de ladrillos sobrepuestos y techo de lámina. Por alguna razón, esa madrugada estaban solos, lo que los imposibilitó de escapar del fuego. En torno a esta historia han aparecido diversas versiones que no estoy en posibilidad de corroborar, pero que en caso de ser reales hacen aún más preocupante y compleja la situación. Trascendió que durante la tragedia, sus padres estuvieron ausentes sin motivo justificado, mientras que los niños permanecían encerrados al interior de la vivienda; vecinos refieren que cotidianamente eran objeto de maltratos y abandono.

La estadística señala que es en las comunidades más pobres del país donde las emergencias y desastres pegan más fuerte y la recuperación y la reconstrucción se vuelven más lentas y complejas. Si realmente queremos ser un país preventivo y resiliente, tendremos obligatoriamente que recuperar los valores, brindar oportunidades, abatir la pobreza y cortar de tajo la corrupción.

Por supuesto que las medidas de prevención y el fortalecimiento de los equipos de atención de emergencias podrían modificar algunas cifras; sin embargo, para garantizar que nunca más tragedias como la de Iztapalapa sucedan es necesario terminar con la desigualdad y la marginación, cultivar los valores familiares y brindar oportunidades de bienestar y desarrollo para los que menos tienen. Sólo así lograremos realmente construir una política efectiva de Gestión Integral de Riesgos.