Censura revisitada

Censura revisitada
Por:
  • mauricioi-columnista

En la mañana del 23 de enero de 1988, un numeroso grupo comenzó a congregarse afuera del Museo de Arte Moderno en Chapultepec. Poco antes de la apertura del recinto, las 600 personas reunidas comenzaron a protestar exigiendo el cierre de la exhibición.

La inconformidad se centraba en un collage de la imagen de una Virgen de Guadalupe con el rostro yuxtapuesto de Marilyn Monroe que mostraba los senos. Los manifestantes, organizados por Provida, procedieron a rezar el Rosario, al tiempo que exigieron la presencia del director del museo. El líder de la organización lanzó un ultimátum: concedía una hora para que el funcionario se presentara o entrarían a la fuerza para disponer de las obras que les incomodaban. Transcurrido el plazo, el personal se vio obligado a descolgar los cuadros y almacenarlos. Sólo así la multitud se retiró, no sin antes nombrar una comisión que vigilaría que la obra no volviera a exhibirse.

El pasado 10 de diciembre, en medio de gritos que exigían su quema, un grupo irrumpió al Palacio de Bellas Artes donde se muestra la exposición: “Emiliano: Zapata después de Zapata”, conmemorativa del centenario de la muerte del revolucionario. Aunque consta de 141 obras, la ira de la multitud se concentró en una pintura que muestra a Zapata desnudo, con tacones altos y sombrero rosado, montado en un caballo con una erección.

Integrantes de un par de organizaciones que reivindican el legado zapatista, así como uno de los nietos del caudillo, reclamaron el retiro inmediato de la obra. Señalaban que la representación denigraba la figura del revolucionario al retratarlo como gay. El descendiente del caudillo amenazó con demandar a las autoridades del INBA y al autor por permitir su exhibición. Aun cuando el director del museo intentó hablar con los manifestantes, éstos amenazaron con bloquear la entrada mientras la obra fuera exhibida. Más tarde, se enfrentaron a golpes con otro grupo que reivindicaba la diversidad sexual.

La controversia llegó al Presidente de la República quien instó al INBA y a los descendientes del caudillo a dialogar. Un par de días después las partes acordaron que la pintura siga siendo exhibida, si bien llevaría adjunta una placa donde se asienta que la familia del revolucionario disiente de la representación.

A pesar de la distancia entre ambos episodios, resulta útil compararlos. Para quienes defienden la bondad intrínseca de las organizaciones civiles, lo sucedido en los museos ofrece material para la reflexión. Más allá de la geometría politica, es claro que los extremos se tocan. Hace 30 años los censores se salieron con la suya: la obra fue embodegada. No sólo eso. La disputa fue “solucionada” con la renuncia del director del museo. En los hechos recientes, la controversial pintura puede ser vista por quien así lo desee. Lejos de rehuir su responsabilidad como mediadoras, las autoridades culturales dieron cauce a la inconformidad de los censores al tiempo que reivindicaron la libertad artística. Merecen ser reconocidas.