Mejorar la gobernanza

Mejorar la gobernanza
Por:
  • armando_chaguaceda

Kishore Mahbubani, el famoso intelectual de Singapur y decano de la renombrada Escuela Lee Kuan Yew de Políticas Públicas, expresó una vez: “seleccionamos a los mejores cuidadosamente. Si crees que puedes conseguir que algo funcione te damos la oportunidad de demostrarlo. Asimilamos a la disidencia. Lo más estúpido es aplastarla. Aquí no se echa a perder ningún cerebro”.

Con ello, sintetizaba la lógica funcional del autoritario Estado singapurense: consolidar una tecnocracia eficiente y unas políticas públicas eficaces, para resolver los problemas de su sociedad.

Traigo a colación la anécdota, después que en días pasados conversé con dos antiguos funcionarios cubanos. Personas amables y probas, de mediana edad, con aceptable preparación profesional y un manifiesto deseo de trabajar en bien de su gente. Hijo de obreros uno, descendiente de profesionistas la otra, se consideran a sí mismos “hijos de la Revolución”. Y compartían una queja: la precaria gobernanza insular.

En sus testimonios, abundaban historias de reformas bloqueadas que podrían haber mejorado la oferta de bienes y servicios a la población, relatos de mediocres premiados no por su eficacia de gestión sino por su aparente lealtad política, anécdotas del recelo ante la iniciativa autónoma y el fomento de la ortodoxia dogmática. Lo lamentable, señalaban, era que la migración de cuadros calificados —hacia el sector privado y a otros países— hipotecaba en un futuro no lejano la misma capacidad de reproducción del sistema. Y sus dirigentes no parecen darse cuenta.

Hay consenso casi total en los economistas cubanos —incluidos aquellos vinculados a las instituciones de investigación y la asesoría gubernamental de la isla— en torno a la lentitud y curso errático de las reformas, de los efectos perniciosos de los excesivos controles estatales —de precio, administración, comercio— sobre el mercado y sus concurrentes. En lo sociopolítico, la retrancas puestas al análisis de las políticas públicas y al debate en torno a las contradicciones de la nueva Constitución, lanzan la señal de que apenas se aceptarán criterios discrepantes de la línea oficial. Paradójicamente, la obra educativa de seis décadas de régimen socialista de Estado ha dejado una importante cantidad de personas instruidas, honestas y competentes, con aptitudes y actitudes capaces de desarrollar la administración pública y la economía, en beneficio de sus connacionales.

La prioridad dada por el gobierno cubano a una noción restrictiva de sobrevivencia, incapaz de garantizar la reproducción ampliada y sostenible de sus propias estructuras económicas, sociales y políticas, pasa factura la nación toda. El exhorto a un socialismo próspero y sostenible debe mirar a ejemplos como los de Singapur o Vietnam, en pro de mejores performances. Los dirigentes cubanos deberían hacer lo posible para frenar la sangría migratoria, incentivar el regreso de sus connacionales, dotarse de una tecnocracia hábil y proveer de bienes y servicios básicos a sus poblaciones. Las autocracias pueden, cuando toman decisiones racionales y construyen capacidades eficaces, ser una opción aceptable para buena parte de sus ciudadanos, al proveer desarrollo socioeconómico aún sacrificando la democracia. En Cuba, por el momento, no avanzan ninguno de los dos.