Pirotecnia: Fiesta y muerte

Pirotecnia: Fiesta y muerte
Por:
  • monica-garza

Dicen que era un ejército de paramédicos los que esperaban en tierra el aterrizaje del helicóptero ambulancia “Conin”, que después de 18 minutos de vuelo bajó frente al Hospital General de San Juan del Río, Querétaro, con el primer paciente.

Un niño de cinco años llegó con la vida en vilo, inconsciente y ya conectado a un respirador artificial. Era apenas el principio de la escena completa de la tragedia. Una que se repite en nuestro país una y otra y otra vez, y no aprendemos.

¿Cuál es la diferencia entre la explosión ocurrida el martes pasado en la comunidad de Fuentezuelas en Tequisquiapan, y cualquiera de las anteriores en Tultepec? Casi ninguna, más bien coinciden en ser la consecuencia de una tradición artesanal mal regulada, que cada año cobra más muertos.

La pirotecnia en México es quizá la más letal de nuestras tradiciones, y el municipio de Tultepec es como el más devoto de sus templos, al que parece gustarle como ofrenda las vidas humanas.

En 1998 nació ahí San Pablito, el anhelado mercado pirotécnico que llegaba para poner “orden” entre los locatarios que debían tener permisos expedidos por la Sedena, para poder comercializar sus fuegos artificiales.

La ilegalidad se impuso —como suele pasar en el Estado de México— y en 2005 detonaron 150 toneladas de explosivos, que destruyeron por completo el establecimiento. De puro milagro en aquella ocasión no hubo muertos. Pero ya vendrían muchos después…

Pasaron 11 años para que se reinaugurara San Pablito, que sólo tardó una semana en quedar prácticamente en ruinas, víctima de seis estallidos que cobraron la vida de 40 personas, aquel fatídico 20 de diciembre de 2016…y hasta hoy seguimos contando.

La Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos específica que las actividades industriales y comerciales, relacionadas con explosivos, se sujetarán a las disposiciones que dicte la Secretaría de la Defensa Nacional, que otorga los permisos.

El artículo 85 de esa ley dice que la pena para quienes comercien con pirotecnia de forma ilegal, irá de dos a diez años de prisión y de veinte a 500 días de multa.

[caption id="attachment_842180" align="aligncenter" width="696"] Bomberos auxiliando durante una explosión en la zona de Talleres de La Saucera, en Tultepec, el pasado 30 de noviembre. Foto: Cuartoscuro[/caption]

En el caso de quienes compren, transporten, organicen, reparen, transformen o almacenen explosivos, sin el permiso correspondiente, tendrán una sanción de tres meses a tres años de prisión, y de dos a 200 días de multa.

Pero la ley no hace especificaciones para quienes viven de este negocio, que en general son artesanos, no químicos, ni expertos, en una actividad que debe regularse como una práctica industrial.

En 2007, una reforma le dio al Congreso de la Unión la facultad de legislar en toda la República sobre hidrocarburos, minería, sustancias químicas, explosivos, pirotecnia; entre otros.

¿Qué esperarán los legisladores para tomar en cuenta este asunto?, ¿cuántos quemados y muertos más necesitarán?

El último intento fue en 2015, cuando el entonces senador priista, Alejandro Tello Cristerna, presentó una iniciativa para conformar una Ley Federal de Pirotecnia, que incluyera los detalles de permisos de almacenamiento, transportación, producción y hasta la creación de un Instituto Nacional de la Pirotecnia.

La iniciativa fue desechada el 22 de diciembre de 2016, dos días después del terrible día de Tultepec y sus 40 muertos.

En Estados Unidos sólo es permitido “tronar” cuetes con menos de 0.25 gramos de composición explosiva, antorchas, fuentes de colores o similares, con llamas de menos de 50 milímetros.

Allá, hacer un espectáculo pirotécnico requiere de un permiso del ayuntamiento, un seguro que va de uno a tres millones de dólares y un operador con licencia. Si no se cumplen esas tres reglas, ¡no hay fiesta! y punto.

En Europa, en países como España donde también están arraigadas las celebraciones con pirotecnia, las leyes obligan a alejar los puntos de lanzamiento de zonas habitacionales. La edad mínima para utilizar artificios —de menor potencia— es de 12 años y debe de haber al menos 15 metros de distancia entre el público y los productos usados.

Es así como en otros países las medidas avanzan, mientras que aquí en lo único que avanzamos es en la cantidad de accidentes y muertos.

Según un reporte del Centro Nacional de Prevención de Desastres, hasta septiembre de este año las muertes ocasionadas por alguna explosión de pirotecnia crecieron 441 por ciento, pasaron de 12 en 2017 a 61 en lo que va de este 2018… más las que por necedad se acumulen.

¿Cuántas más necesitamos?