Policía que viola

Policía que viola
Por:
  • Carlos Urdiales

Jesús Orta, secretario de Seguridad de la CdMx, trae vida política artificial, expedientes lo arrinconan, diamantina rosa lo pintó; sus resultados, lo mismo, pero de cuerpo entero.

Sufre porque en la estructura operativa de su jefa, Claudia Sheinbaum, a él le tocó bailar con la más fea. No sólo la inseguridad sin freno, sino porque comanda una policía desarticulada, insular, atorada, con profundas raíces de corrupción y connivencia con la delincuencia organizada y espontánea.

Jefe de una policía que viola la confianza de la sociedad. Hay elementos de excepción, ¡claro que los hay!, pero para desgracia de todos, son eso, la excepción.

La generalidad conforma un ente amorfo, sin prestigio colectivo, sin orgullo institucional ni empatía social; no “sirven” sólo “cumplen” cuando no queda otra; la policía de la CdMx extravió el respeto de la gente porque tampoco respeta a la gente.

Sin justificar a pelad@s que gritan, empujan, agreden o descalifican al oficial que intenta hacer cumplir algún ordenamiento a un lord o a una lady, donde el poli siempre lleva la de perder, y entendiendo el enojo civil que da ver al poli extorsionador que “compró” el crucero, esquina o recoveco en vía rápida, ocultándose de las cámaras de vigilancia para sorprender y morder; la policía se degrada.

Los jefes Orta y Sheinbaum no quieren una policía estricta, porque desconfían de ella; son omisos en el uso legítimo de la fuerza pública porque políticamente les cuesta mucho (¿más?), pero a cambio encubren a la policía que viola a menores en calles oscuras de Azcapotzalco o en rincones negros del Museo de la Fotografía.

Si la investigación requiere denuncia, entonces los violadores llevan las de ganar, porque durante lustros la desconfianza de la ciudadanía en el Ministerio Público y en su policía investigadora está justificada por filtraciones y venta de información a los delincuentes o a sus familias; la fe pública la han destruido desde adentro. Ni hablar de empatía con la víctima. No, la reacción de los jefes Orta y Sheinbaum es el discurso mustio, la contradicción. Topan con su incapacidad y con normas legales creadas para un mundo color rosa.

La agresión a Jesús Orta y el vandalismo en edificios y comercios quedarán impunes; los crímenes que las agresoras denunciaron, también. La simulación, la corrección política y la degradación social consolidan una ciudad insegura para ser, transitar, denunciar y gobernar.

La Jefa de Gobierno tiene la opción de mantener el tono gentil; de pintar patrullas para cambiar nada, de conservar el bajo perfil público que su ambición política demanda, o revisar, como nunca nadie antes ha hecho, el funcionamiento, estructura y consistencia de su policía; vigilarla, capacitarla, limpiarla y luego, reconocerla, cuidarla y respetarla.

Lo ocurrido a Jesús Orta es reprobable; fue diamantina lo que le aventaron en una exposición innecesaria y poco seria que, para bien de todos, tuvo apenas consecuencias; lo otro, la inacción, tendrá repercusiones peores, también para todos.