Preguntas estúpidas

Preguntas estúpidas
Por:
  • valev-columnista

Monica Lewinsky escribió un valiente y doloroso ensayo en la revista Vanity Fair de este mes, con motivo de su participación en el documental The Clinton Affair próximo a estrenarse. Lewinsky fue llamada durante años “esa mujer”, puta, zorra, tonta, incasable y un largo y vergonzoso etcétera y 20 años después decide compartir la historia en sus propias palabras.

Lamenta que los Clinton sostengan que ella no fue víctima de un abuso de poder, porque “era una adulta”, declaró Hillary a CBS en una entrevista reciente. En junio, Bill dijo que no le debe una disculpa porque lo hizo públicamente en 1998 pero Monica piensa que “él sería una mejor persona y colaboraría en que tuviéramos una mejor sociedad, si hoy eligiera disculparse libremente”.

Las diferencias de cómo Lewinsky y Clinton han tenido que enfrentar el escándalo durante todos estos años es abismal. El poder se define por la tranquilidad y hasta la soberbia con la que un hombre puede recibir preguntas que no quiere contestar.

¿Quién tiene derecho a vivir en la tierra de las víctimas? ¿Quién decide si alguien es una víctima o no? Usualmente no la persona que ha sido protagonista de la experiencia sino la sociedad, que como coro griego cree tener algo que opinar en esta decisión.

Seguirse preguntando si alguien es una víctima o una zorra, una virgen o una puta, es emblemático de la estupidez social y de la incapacidad para complejizar narraciones.

¿Por qué querría revisitar las partes más traumáticas y dolorosas de mi vida otra vez, públicamente, frente a una cámara y sin el control de cómo serán usadas las entrevistas? Lewinsky responde: porque no puede borrar los recuerdos dolorosos; porque para seguir adelante en la vida hay que correr riesgos profesionales y emocionales; porque la reparación requiere de enfrentarse con lo que nos arrepentimos de haber hecho y que nos avergüenza todavía.

En terapia Lewinsky concluyó que la recaída depresiva que sufrió durante este proceso se llama duelo: por el dolor que causó a otros, por la mujer joven y rota en la que se convirtió después de 1998, por la traición de un amigo y de un hombre a quien parecía importarle. Por todos los años que perdió siendo vista como “esa mujer”, cuya boca no servía para hablar y que quedó reducida durante años a un receptáculo del deseo de un hombre poderoso. Por la joven de 24 años asustada y adolorida.

En 2009, cuando a Clinton le preguntaron por qué tuvo una relación con una becaria, la respuesta literal fue “porque podía”. Hoy Lewinsky también cuenta su historia porque a los 45 años puede hacerlo, porque no quiere ser una más de las mujeres que necesitan que alguien las traduzca para merecer que se les escuche o que deciden guardar silencio para no ser tachadas de problemáticas. “Porque si mi historia sirve para que ningún joven tenga que pasar por esto de nuevo, habrá valido la pena”.