¿Puede haber menos mal en el mundo?

¿Puede haber menos mal en el mundo?
Por:
  • guillermoh-columnista

De acuerdo con la llamada Ley de Lavoisier, la materia no se crea ni se destruye sólo se transforma. ¿Podríamos suponer que hay una cantidad invariable de bien y de mal y que lo único que cambia es su distribución?

Tomemos el refrán “no hay mal que por bien no venga”. La primera vez que lo escuché me pareció un consuelo tonto. Después, lo entendí como otra formulación del principio de la esperanza: tarde o temprano las cosas estarán mejor. Sin embargo, de un tiempo acá, sospecho que el refrán captura una verdad profunda y misteriosa del universo.

Entendido de manera impersonal, lo que dice el apotegma es que cualquier suceso, por negativo que sea, tiene consecuencias positivas, aunque sea en otro sitio. La observación de la naturaleza nos permite constatar que la desgracia de unos es la fortuna de otros. Es malo para un cordero perderse de su rebaño, pero es bueno para los lobos que dejarán de tener hambre.

El asombro nos invade cuando intuimos que el refrán captura una verdad incluso cuando se le interpreta de manera personal. ¡Cuántas veces no hemos descubierto que cuando nos sucede algo negativo, sus consecuencias traen, como un regalo inesperado, efectos positivos! Ejemplos: el hombre que lo despiden de un trabajo y luego encuentra uno mejor; la mujer abandonada por su marido y que después conoce a otro hombre que la hace más feliz.

Por una regla de contraposición, el principio de que “no hay bien que por mal no venga” también cobra una misteriosa validez. La vida nos da por un lado y nos quita por el otro. ¡Cuántas veces no hemos visto que la mayor desgracia es recibir un beneficio inesperado! Ejemplos: el hombre que se saca la lotería y destruye su vida por el efecto nocivo del dinero, la mujer demasiado hermosa que padece la obstinada envidia de los demás.

Supongamos, entonces, que hay un equivalente moral de la Ley de Lavoisier. Un corolario sería que el optimismo y el pesimismo son irracionales. El mundo no será ni mejor ni peor en el futuro: será igualmente bueno o malo, pero con otra distribución. No hay manera de eliminar el mal de la creación. No existe una especie de agujero negro por el que pudiera arrojarse el mal para que quedara destruido para siempre. En la esfera social, la doctrina del progreso moral sería falsa y, por lo mismo, también lo sería la doctrina de la decadencia moral.

De ser así las cosas, habría que preguntarse si la bondad y la maldad que damos y recibimos es obra nuestra. ¿O acaso depende de una voluntad superior que distribuye los bienes y los males de acuerdo con su criterio inescrutable? ¿O es la fortuna la que los da y quita de manera arbitraria y ciega?