Putin y Macron en Brégançon

Putin y Macron en Brégançon
Por:
  • rafaelr-columnista

Brégançon es un fuerte en una pequeña isla que se adentra en el Mediterráneo francés. Allí se han reunido Emmanuel Macron y Vladimir Putin, dos líderes que no ocultan diferencias de forma y fondo sobre algunos de los temas centrales de la realidad global. Putin piensa que las democracias occidentales están en decadencia y simpatiza con la nueva derecha nacionalista y xenófoba, que avanza en Europa del Oeste y el Este.

Macron es un liberal republicano, que busca mantener a flote el europeísmo de la era post-soviética.

Con Alemania en crisis y Angela Merkel debilitada por fuertes rumores de enfermedad, Macron toma la bandera de la Europa unida y se arriesga a encontrarse con uno de sus principales rivales. Es una jugada peligrosa pero de algún modo inevitable, dado el flanco antieuropeo que abre Boris Johnson en el Atlántico. Como Charles de Gaulle en los años 60, Macron se encuentra atenazado por dos fuerzas que, bajo sus sonadas divergencias, comparten más de un valor: el trumpismo y el putinismo.

En Brégancon las diferencias entre ambos mandatarios se han planteado sin ambages: Macron rechaza la anexión de Crimea y el apoyo de Moscú a Marine Le Pen y los chalecos amarillos; Putin rechaza las sanciones europeas y su exclusión del G-8. La disputa, sin embargo, permite zonas de distención como el apoyo de Francia a la recuperación del derecho de veto de Rusia en el Consejo Europeo o la ayuda de Putin para desescalar el conflicto nuclear entre Estados Unidos e Irán.

Los dos gobernantes han citado a grandes estadistas de sus respectivos países. Macron recordó a Catalina la Grande, monarca ilustrada y pro-occidental del siglo XVIII, amiga y protectora de grandes filósofos franceses como Montesquieu, Voltaire y Diderot. Putin evocó a De Gaulle y su política de distanciamiento de Estados Unidos y la OTAN, en los años 60, que lo llevó a cuestionar públicamente la Guerra de Viet Nam.

Cada uno con sus referentes intentó desplazar al otro a posiciones adoptables e inadmisibles. Es diplomacia de altura la que hemos visto en el Mediterráneo y, sin embargo, lo más importante, lo que define los principios de cada quien, se mantendrá firme. Macron no podrá convencer a Putin de que acepte plenamente la idea de una gran Europa “de Lisboa a Vladivostok”, unida por principios democráticos, y Putin no podrá convencer a Macron de que en Rusia se respetan las libertades públicas, “de acuerdo a sus propias leyes”.

La equivalencia de las soberanías sigue funcionando como premisa básica del realismo internacional. Cuando Macron reclamaba a Putin los arrestos e inhabilitaciones de líderes opositores en las pasadas elecciones en Rusia, Putin se defendía recordando la represión de los “chalecos amarillos” en Francia. La idea de que todos los regímenes reprimen busca establecer un relativismo en el derecho internacional, basado en una absolutización de la soberanía, que hace equivalentes las democracias y los autoritarismos.