Racismo y clasismo

Racismo y clasismo
Por:
  • yolanda_pica

Durante los primeros tres días de noviembre tuvimos una reunión de Neurociencias en la Ciudad de México, convocada por el Instituto Lundbeck, con el tema “Medicina Basada en Evidencias en Trastornos del Afecto”. Cincuenta participantes de 15 países y tres continentes, integramos cuatro grupos de trabajo con discusiones que mezclaban las experiencias académicas, personales y culturales; lo que nos unía era la ciencia, que es universal.

Al convivir con un grupo de colegas centroamericanos sentí pena por la reacción de muchos mexicanos y del gobierno federal hacia la caravana migrante. Tenemos serios conflictos mentales al respecto.

El racismo puede ser desde una conducta aprendida hasta locura paranoide que subyace a los casos de agresión hacia los que consideramos diferentes.

George M. Fredrickson quien fue profesor de historia en la Universidad de Stanford hasta 2002, una de las figuras más importantes en este tema, considera que ocurre “cuando un grupo étnico que comparte colectividad histórica excluye o busca eliminar a otro, basado en ciertas diferencias que considera heredadas e inalterables”; agrega que la intolerancia religiosa es una prima cercana del racismo, en cuyos primeros estadios se llama “proto-racismo” y hace que el grupo agresivo convierta al dominado a su fe religiosa en un instante.

¿De qué sufrimos en México?: “racismo” o “clasismo”, el primero es la discriminación contra las personas por su raza, sus rasgos físicos y su color de piel; el segundo, es la discriminación de las personas por su condición socioeconómica.

El Dr. Francisco Navarrete, investigador de la UNAM explica que la práctica en América Latina está basada en que las personas de clase “alta” suelen ser personas más blancas y las de clase “baja” con rasgos indígenas o de origen africano, lo cual hace que se mezcle mucho el clasismo y el racismo.

En nuestro país hay trabajos en los que piden apariencia específica como “buena presentación”, pero en realidad se centran en si eres blanco o moreno.

En 2017, el Inegi publicó un estudio que demostró que el color de la piel afecta directamente en el trabajo que tienes o el nivel escolar que alcanzaste, por ejemplo, en personas con una tonalidad de piel más oscura, sólo cuatro por ciento tiene estudios universitarios, contra 28 por ciento de las personas con una piel más clara. Los resultados generaron inconformidad contra el Inegi, al que calificaron de racista, palabra que nadie quiere escuchar después del Holocausto nazi, del Ku Klux Klan y de los excesos del Apartheid en Sudáfrica, etc, etc. Los mexicanos nos sentimos mejor que eso y decimos que “no somos racistas”, pero el “clasismo” parece justificable, porque hay otra idea falsa acerca de que las personas que son pobres, lo son porque “son flojas” o “no se esfuerzan suficiente”.

En la Ciudad de México, el grupo más discriminado son los indígenas, que corresponde a ocho por ciento de la población, el tercer grupo más discriminado son las personas de piel morena.

Para entender este fenómeno debemos recordar nuestra historia; nosotros tuvimos un sistema de castas colonial que establecía distinciones entre las personas por su origen y les daba una posición de privilegio a los de origen europeo, discriminaba a los indígenas y a los africanos; por lo tanto, sufrimos “pigmentocracia” existiendo “güeritos” como categoría cultural. El Conapred, en 2014, afirmó que 64 por ciento de nuestra población es morena y, por lo tanto, discriminada.

El clasismo es una característica de sociedades rígidas con poco acceso a la educación superior y redes de protección social frágiles.

El Dr. Carl Bell, profesor de psiquiatría de la Universidad de Illinois, Chicago considera que el racismo tiene orígenes biológicos, psicológicos y sociales, pero en muchos casos es un síntoma de enfermedad mental que lleva a los individuos a ser agresivos con aquellos que considera diferentes; propone que se le considere un problema de Salud Pública para tener más herramientas para luchar contra este problema.

En nuestro país, en pleno siglo XXI, existen prácticas religiosas que prohíben contraer matrimonio con personas con credos diferentes; incluso hay quien clasifica a sus amigos por el código postal al que pertenece, tenemos los dos: clasismo y racismo; nos falta mucho desarrollo como sociedad.

La caravana migrante está enfrentando a un país muy atrasado, que paradójicamente, está más preocupado por darle gusto al presidente Trump (quien peor habla de los mexicanos), que en ayudar a un grupo de personas igual a nosotros, que sólo busca mejores oportunidades de vida para ellos y sus familias.

En las palabras de William Hazlitt: “el prejuicio es hijo de la ignorancia”.