El patrón trumpista

El patrón trumpista
Por:
  • rafaelr-columnista

Hay un comportamiento recurrente en el manejo que hace Donald Trump de las relaciones internacionales, que vale la pena tener en cuenta desde América Latina. El presidente de Estados Unidos se siente genuinamente atraído por líderes antioccidentales fuertes como Vladimir Putin, Kim Jong-un, Rodrigo Duterte o Recep Erdogan, a los que trata inicialmente con mucho cuidado, intentando atraerlos a una lógica afectiva.

En ese cortejo inicial, como sucedió con Putin o con Erdogan, Trump no tiene escrúpulos al mezclar deliberadamente la esfera doméstica y la internacional de la política de Estados Unidos. Si cualquiera de esos líderes le sirve para afianzar su poder interno, bienvenida sea la colaboración bilateral. El escándalo ucraniano que ha desatado la posibilidad del

impeachment confirma el patrón, aunque Volodímir Zelenski no sea precisamente un líder que Trump admira.

Lo que ha sucedido en los últimos días con Turquía es que la inconsistencia de Trump y su Departamento de Estado y la presión de los demócratas lo llevan a presionar momentáneamente a Erdogan. La situación se parece a aquel fin de semana de principios de su gobierno cuando ordenó un bombardeo fulminante en Siria para no aparentar debilidad frente a Rusia y Turquía.

Ahora Trump amenaza a Erdogan con sanciones, luego de llenarlo de elogios durante dos años seguidos. Hace apenas unos días, el presidente aseguraba que el líder turco era un buen negociador y anunciaba la venta de armamento militar a Ankara. La inconsistencia de Trump queda al descubierto al intentar sanciones que “destruirían la economía de Turquía” en pocos días, a la vez que sostiene colaboración militar con el principal aliado de Putin en Siria.

El patrón trumpista en las relaciones internacionales es típicamente patriarcal y autoritario, por no decir mafioso. Uno de los efectos que tiene ese tipo de liderazgo en la política internacional es que Estados Unidos aparece como modelo negativo, que normaliza otros comportamientos similares. Putin y Erdogan se sienten autorizados por Trump, aunque éste pueda tomar alguna decisión que los afecte en el corto plazo.

El ataque turco contra las milicias kurdas, lo mismo que la anexión de Crimea por Rusia, son acciones que se legitiman con esa dinámica mafiosa del sistema internacional. Si en tiempos de Barack Obama, el descrédito de Estados Unidos como país que no respetaba normas internacionales era grande, pero contenido, ahora, con Trump, se encuentra fuera de rango.

Es por ello que Erdogan no tiene reparo alguno en declarar, luego de las sanciones, que su proyecto de conquista y repoblación de la zona fronteriza con Siria seguirá adelante hasta desplazar a toda la comunidad kurda de ese territorio. Nadie puede, ya no detener, sino cuestionar eficazmente a Erdogan o a Putin cuando se proponen invasiones o anexiones. Ni siquiera la ONU, a la que Trump desafía constantemente como si él mismo fuera otro caudillo antioccidental.