El tercer golpe de Nicolás Maduro

El tercer golpe de Nicolás Maduro
Por:
  • rafaelr-columnista

En la entrevista que le hizo Ignacio Ramonet, en La Jornada, Nicolás Maduro anunciaba que su propósito de año nuevo era la reconquista de la Asamblea Nacional. Se refería a una reconquista electoral en la contienda legislativa prevista para este año. Lo que ha sucedido los últimos días confirma que un paso previo para esa recuperación del parlamento era el derrocamiento de su líder, Juan Guaidó.

La Asamblea, de mayoría opositora desde 2015, ha sido el gran obstáculo del madurismo. Nunca toleró el gobierno un poder legislativo en manos de la oposición. El primer golpe al parlamento fue su declaración en “desacato” en 2016, por parte del Tribunal Supremo de Justicia, tras la impugnación de la elección de tres diputados de Amazonas. A partir de entonces, el poder ejecutivo declaró nulas todas las leyes emitidas por el legislativo, Maduro y sus diputados dejaron de asistir a las sesiones y el Tribunal Supremo decretó la inhabilitación de varios parlamentarios.

El segundo golpe fue la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente, en 2017, enteramente oficialista y elegida de acuerdo con normas no previstas en las propias leyes electorales chavistas. Se suponía que el objetivo de ese legislativo paralelo era elaborar una nueva Constitución, a la vez que otorgaba barniz jurídico al gobierno de facto. En tres años, el poder constituyente no produjo una nueva Constitución pero sí fabricó una legitimidad ad hoc para los procesos electorales, especialmente para la amañada reelección de 2018.

El tercer golpe fue el sainete del domingo, cuando un pequeño grupo de opositores disidentes se apropió de la dirección de la Asamblea con apoyo de la Guardia Nacional, que impidió el ingreso a Juan Guaidó y otros legisladores, del partido oficial (PSUV), que ahora sí reconoció al parlamento en “desacato”, y del propio Maduro, que dio su respaldo al nuevo titular, Luis Parra, electo a mano alzada, sin quórum ni registro de votación nominal.

¿Por qué interesa tanto a Maduro apropiarse de la Asamblea, aunque sea a la fuerza? Porque para proyectar “estabilidad” —palabra que reiteró a Ramonet—, ante la comunidad internacional, y poder reelegirse perpetuamente, en modo Putin, debe deshacer la anomalía de la dualidad legislativa y dar ropaje jurídico a su régimen. No le basta el apoyo irrestricto de Rusia, Irán, Corea del Norte y Cuba. Busca también el respaldo de Europa y América Latina, lo que, por lo visto, no le resultará tan fácil dadas las reacciones adversas de gobiernos como el mexicano, el argentino y el uruguayo, además de Bruselas y la ONU.

La política de Estados Unidos hacia Caracas ha sido equivocada, desde aquella declaración de “amenaza a la seguridad” durante el gobierno de Barack Obama. Pero esa política no justifica la costosa arbitrariedad con que Maduro ha conducido el gobierno de Venezuela en los últimos seis años ni el evidente despotismo que entraña su proyecto de reelección indefinida.