La guerra sucia: memoria y justicia

La guerra sucia: memoria y justicia
Por:
  • rafaelr-columnista

Los conflictos armados de la Guerra Fría mexicana viven una penumbra que favorece la confusión entre justicia y memoria. Durante mucho tiempo los historiadores fueron considerados jueces del tribunal imaginario del pasado.

Hoy sabemos que, a lo sumo, el historiador aspira a ser un “árbitro entre diversas memorias”, como ha dicho Pierre Nora en una entrevista reciente. La memoria puede ser parcial, pero la historia sólo puede parcializarse a favor de la verdad. No lo dijo Herodoto o Michelet sino Cervantes: “la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones…”.

La renuncia de Pedro Salmerón a la dirección del INEHRM, tras haber llamado “valientes” a los jóvenes de la Liga 23 de Septiembre que atentaron contra la vida del empresario Eugenio Garza Sada, y la disculpa del Estado mexicano a Martha Alicia Camacho Loaiza, exintegrante de la misma organización comunista, son eventos paralelos que ilustran el predominio de la memoria sobre la historia. Sabemos muy poco sobre las acciones de aquellos guerrilleros y muy poco sobre la contrainsurgencia del Estado mexicano. En esa ignorancia, los reclamos quedan a merced de las memorias en pugna.

La precisión con que se ha reconstruido el caso de Camacho Loaiza no es la misma en otros episodios que merecerían reparaciones similares, tanto por violaciones a los derechos humanos desde arriba como por actos de violencia desde abajo. Durante mucho tiempo, no sólo víctimas y sobrevivientes de aquel periodo, sino actores de la sociedad civil, identificados con el proceso de memoria, justicia y verdad, han demandado un conocimiento más certero de la guerra sucia. Tras la llegada a la presidencia de Vicente Fox se creó una Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), que cerró sin mayores avances en 2006.

Los historiadores han caminado por su cuenta en el estudio de las masacres de Tlatelolco en 1968 y el Jueves de Corpus en 1971, pero ese saber no logra trasladarse a la administración retroactiva de la justicia, ni siquiera a la política cultural y educativa del nuevo gobierno, más interesado en las conmemoraciones de la Independencia, la Reforma y la Revolución, que en las heridas abiertas de la guerra sucia. Las desapariciones, torturas y abusos de la Dirección Federal de Seguridad y el Ejército deben documentarse al mismo nivel de detalle que los atentados, secuestros y sabotajes de las guerrillas.

El psicoanalista argentino Hugo Vezzetti ha escrito algunos libros útiles sobre los dilemas de memoria, justicia y verdad durante la época de dictaduras y guerrillas en el Cono Sur. Como recuerda Vezzetti no se trata de establecer equivalencias morales o de criminalizar toda la violencia revolucionaria sino de disponer de una base de información verídica sobre el pasado para sustentar procedimientos judiciales o políticas de la memoria que contribuyan a la reconciliación y la democracia.