Usos políticos del Covid-19

Usos políticos del Covid-19
Por:
  • rafaelr-columnista

La primera pandemia plenamente global del siglo XXI está produciendo reacciones que, de observarse con cuidado, ofrecen una radiografía del mundo. La pandemia es global, pero las repuestas de los estados y sociedades son mayormente nacionales o, incluso, locales. Esa contradicción capta uno de los mayores desajustes de nuestra época y explica por qué tienen tan poca resonancia los llamados de Antonio Guterres y Michelle Bachelet, desde la ONU, para que los países colaboren y pongan freno a guerras, sanciones y represiones internas.

El desajuste entre lo global y lo nacional que encuentra el Covid-19 se ha venido incubando desde hace décadas, pero se pronuncia en los últimos años con la rearticulación de los nacionalismos y los racismos. En esa rearticulación convergen los populismos autoritarios de izquierda y derecha, el ascenso del nuevo conservadurismo y el rebasamiento de lo poco que quedaba de las izquierdas socialistas democráticas por la ola demagógica que predomina en el progresismo mundial.

"En México, un equipo de especialistas envió al presidente un informe donde se sostenía que la “raza mexicana” era más resistente al Covid-19 que la “europea”, debido al “mestizaje”. El gobernador de Puebla hizo su aporte al debate sociológico sobre el coronavirus al señalar que el SARS afecta más a los ricos porque son éstos los que más se infectan"

Los usos políticos del coronavirus se perciben desde las narrativas mediáticas sobre el origen o la solución de la pandemia. En Occidente se le empezó a llamar muy pronto “chinese virus” y esa denominación, adoptada oficialmente por Donald Trump, se incorporó rápidamente a la lógica de rivalidad y guerra comercial entre Estados Unidos y China. Las protestas de una zona progresista de la esfera pública global, contra la demonización y el racismo contra China, no se hicieron esperar.

Aunque haya surgido en China, el virus se volvió aceleradamente mundial. En cuanto China comenzó a aplanar la curva de contagios y a contener el número de muertes, con métodos como la militarización de ciudades enteras y el control físico y digital de grandes masas humanas, otro sector progresista de Occidente, aquel que subordina la ideología a la geopolítica, decidió presentar a China, ya no como el origen de la pandemia, sino como su solución.

Esa izquierda que mira el mundo, exclusivamente, a través de su oposición a la hegemonía de Estados Unidos, no tiene reparo en asumir a China o a Rusia como modelos totales. Modelos que sirven lo mismo para reorganizar el Estado  y la sociedad, por medio de un partido único o un presidente que se perpetúa por más de treinta años en el poder. Modelos que, sin dejar de ser capitalistas, son percibidos como alternativas al “mercado” o al “neoliberalismo” por quienes aspiran a su cobijo geopolítico.

"En Occidente se le empezó a llamar muy pronto “chinese virus” y esa denominación, adoptada oficialmente por Donald Trump, se incorporó rápidamente a la lógica de rivalidad y guerra comercial entre Estados Unidos y China. Las protestas de una zona progresista de la esfera pública global, contra la demonización y el racismo contra China, no se hicieron esperar"

Los usos del Covid-19 se esparcen como la epidemia. Un alto funcionario cubano sostuvo que el coronavirus había sido creado  por el imperialismo. No sabemos si en referencia al imperialismo chino o a alguna de las tantas teorías conspirativas que aseguran que se trata de un arma biológica fabricada por los aparatos de inteligencia de Estados Unidos. Otros funcionarios e ideólogos de la isla pusieron a circular la fake news de que el interferón cubano era la cura.

En México, un equipo de especialistas envió al presidente un informe donde se sostenía que la “raza mexicana” era más resistente al Covid-19 que la “europea”, debido al “mestizaje”. El gobernador de Puebla hizo su aporte al debate sociológico sobre el coronavirus al señalar que el SARS afecta más a los ricos porque son éstos los que más se infectan. Pensadores de izquierda como Judith Butler y Noam Chomsky han sostenido exactamente lo contrario.

Uso político del Covid-19 es aprovechar la pandemia para avanzar en la reelección de Donald Trump por medio de promesas de reapertura del país, del reforzamiento del embargo comercial contra Cuba o de una recompensa por la cabeza de Nicolás Maduro, estilo Wyatt Earp. Y uso político también es que la represión en Venezuela, Nicaragua o Cuba se vuelva tan sistemática, tan normal, que a nadie le extrañe que medios independientes sean tratados como “mercenarios” y “subversivos” por exigir iniciativas más eficaces contra el virus.