Algunas explicaciones sobre la violencia masculina

Algunas explicaciones sobre la violencia masculina
Por:
  • valev-columnista

En el terreno de las emociones, los hombres han aprendido a ocultar su dependencia e inseguridad frente a la pareja para evitar sentir vergüenza. Virginia Goldner (https://www.virginiagoldner.com) ha asociado estos rasgos con la dependencia hacia lo femenino del hombre que nunca deja de ser un niño y cuya sobrevivencia psíquica depende de una madre omnipresente que gratifique todas sus necesidades. El hombre violento no ha evolucionado el narcisismo primario del niño pequeño, sin autonomía emocional y omnipotente. Si la mujer no es comprensiva, cariñosa, atenta, servicial, suave y sometida, el narcisismo primario del adulto estalla en violencia. En México es frecuente la crianza en la que se da primacía a los hijos varones, que tienen más privilegios que las mujeres. Al margen de la clase social, las mujeres se quejan de que los varones tienen más libertades y recompensas. La madre mexicana tiende a la sobreprotección y sigue siendo la principal responsable de que todo funcione: la crianza, el trabajo doméstico y el remunerado. Esa mujer es un prototipo de incondicionalidad que genera expectativas muy altas. Cuando un hombre dice que su madre es una santa, lo máximo y expresiones similares, podemos traducirlo como una expectativa grandiosa e infantil, que transferirá sus parejas, con un alto potencial de frustración y baja capacidad de lidiar con la realidad de una mujer con vida propia y que debería ser libre como el más elemental de sus derechos.

La violencia psicológica y emocional suele anteceder a la física o ser un medio para conservar el estado de amenaza y sometimiento posterior a los golpes. La minimización de las emociones de la mujer, la indiferencia, la imposición de la voluntad, los celos, el control “porque te quiero proteger”, son otras formas de agresión.

Desde la perspectiva psicoanalítica, el hombre violento es un hombre escindido, incapaz de integrar los aspectos buenos y malos de sí mismo y de los otros y suele resolverlo percibiéndose a sí mismo como todo lo bueno y los otros como todo lo malo. Lo contrario a la escisión es la integración gracias a la cual pueden reconocerse las partes buenas y malas de uno mismo y de la pareja o de los niños que viven en la casa y es fundamental para aceptar que todos somos diferentes.

El hombre violento también utiliza la proyección como defensa, expulsando todo lo que odia de sí mismo y lo que le duele, depositándolo en la mujer, convirtiéndola en la mala, la culpable, la provocadora, la razón universal de todo lo malo que le pasa.

La escisión y la proyección son mecanismos defensivos infantiles y antítesis de madurez y responsabilidad.

El hombre violento es egocéntrico, incapaz de reconocer al otro con una existencia tan legítima como la propia. Su juicio de realidad es deficiente porque no ve las cosas como son sino como quisiera que fueran y eso lo hace incapaz de adaptarse.

Priorizar los deseos y necesidades personales, anulando la existencia del otro e incluso de la ley, aumenta el potencial violento. Necesitar que el mundo se adapte a él, convierte al hombre en un depredador de todo lo que lo contradiga. Sin un adecuado manejo de la frustración, el potencial de agresión se dispara peligrosamente.