Edmundo Paz Soldán, entre la realidad virtual y lo alucinógeno

Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967), autor, entre otras novelas, de Río fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Sueños Digitales (2001), El delirio de Turing (2002), Palacio Quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009) y Norte (2011); y de libros de cuentos como Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1998). Premio Juan Rulfo de Cuento 1997 por “Dochera” y Premio Nacional de Novela de Bolivia 2002 por El delirio de Turing. Traducido a 12 idiomas, se ubica como una de las voces más notorias del actual panorama literario de Latinoamérica.

La mirada de las plantas (Editorial Almadía, 2022), novela donde Paz Soldán entrecruza el pasado y el presente en el espacio de la Amazonia desde señales pavorosas arropadas por una atmósfera alucinante: el protagonista de esta fábula, quien huye de un escándalo, se asila en un laboratorio donde se lleva a cabo una oscura indagación encabezada por un polémico científico en el intento de crear un sofisticado videojuego de realidad virtual que deriva en la búsqueda de reproducir los efectos alucinógenos de la planta: ‘alita del cielo’.

En esta nueva entrega novelística, “Edmundo Paz Soldán consigue amalgamar una amplia serie de motivos literarios para formular preguntas urgentes sobre nuestro tiempo, en el que el poder seductor de las pantallas parece atraparnos con sus promesas de satisfacción y plenitud. Distopía y literatura fantástica son envueltas por el denso follaje de la selva”, suscriben los editores en la cuarta de forros.

“Soy heredero de dos tradiciones literarias: el realismo, y asimismo la ciencia ficción en su vertiente más fantástica. Después de muchos años en la escritura, confieso que soy incapaz, hoy, de diferenciar una de la otra. En esta novela está presente un diálogo con la selva latinoamericana y un interés por explorar los vínculos entre tecnología y literatura”, expresó en conversación con La Razón, Paz Soldán, quien es director de la Facultad de Estudios Románicos de la Universidad de Cornell (Estados Unidos).

¿Obras latinoamericanas que lo impulsaron a la escritura de esta novela? La Invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares: quizá, mi protagonista tenga que ver con el fugitivo, acosado por la justicia, de Bioy que llega a la isla desierta; está la atmósfera de La vorágine, de José Eutasio Rivera, y de Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier: dos novelas donde los personajes se adentran en la selva, tiempo y naturaleza en un entramado en que el asombro deambula sobre lo real.

¿La tradición de la novela latinoamericana de la selva enlazada con los progresos de la realidad virtual? Rai, el protagonista, viaja a la Amazonia a trabajar en un laboratorio con el misterioso doctor Dunn. Se integra al equipo de una experimentación que incluye plantas de uso tradicional y juegos de realidad virtual. El experimento comienza a sobrepasar los objetivos y corre el velo del lado oscuro del personaje, de los médicos y voluntarios involucrados, quienes deambulan por un espacio de inconsistencia anímica en la que no se definen los límites entre salubridad y enajenación.

¿Ficción distópica que narra la realidad como una alucinación? Cuando tuve oportunidad de conocer las inmediaciones de la frontera entre Bolivia y Brasil en mi primer viaje de hace unos 12 años entré a esa zona cero de crisis ambiental que me impresionó: pensé en escribir una crónica, tardé en conjugar lo que había visto de la aterradora deforestación y la explotación de madera. La selva, ese gran enigma. Nunca olvido el final de La vorágine: “Los devoró la selva”. Sí, la realidad está contada en las franjas de una fantasmagórica maquinación.