
DIOS, EL DEMONIO, LA NADA
SI DIOS HA HECHO este mundo, yo no quisiera ser Dios. La miseria del mundo me desgarraría el corazón.
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El Cultural No. 503
Si nos imaginamos la existencia de un demonio creador, hay derecho a gritarle, enseñándole su creación: “¿Cómo te has atrevido a interrumpir el sacro reposo de la nada, para hacer surgir tal masa de desdichas y de angustias?”
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Si se considera la vida bajo el aspecto de su valor objetivo, es dudoso que sea preferible a la nada. Hasta diré que si se pudieran dejar oír la experiencia y la reflexión, alzarían su voz en favor de la nada. Si se golpease en las losas de los sepulcros para preguntar a los muertos si quieren resucitar, moverían la cabeza negativamente. Tal es también la opinión de Sócrates en la apología de Platón. Y hasta el simpático y alegre Voltaire no puede menos de decir: “Gusta la vida, no deja de tener algo bueno”; y añade: “No sé qué es la vida eterna, pero esta vida es una broma pesada.”
Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte, trad. Miguel Urquiola, Edaf, 1993.
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UN RETRATO DE CHÉJOV
TODOS LOS QUE CONOCIERON íntimamente a Chéjov hablan de una cierta frialdad que era en él como un cristal inalterable. “Sus primeras impresiones casi siempre quedaban alteradas por una mezcla de repugnancia, frialdad y animadversión.” Kuprín escribe de él:
Podía ser bueno y generoso sin aprecio, cariñoso y atento sin afecto. En cuanto conocía a alguien le abría las puertas de su casa, lo invitaba a comer, le prestaba ayuda y luego lo contaba en una carta con gélido fastidio.
¿Estaba poco capacitado para amar porque era demasiado inteligente y lúcido? ¿Había un desacuerdo entre su corazón y su vida que lo obligaba a dar demasiado de sí mismo a personas que le eran indiferentes, para a continuación rectificar apresuradamente? ¿O sólo escondía sus verdaderos pensamientos con un recato doloroso? Bunin, uno de sus críticos más sutiles y penetrantes, pronunció palabras sin duda definitivas sobre
Chéjov: “Ni siquiera los que estaban más cerca de él supieron jamás lo que pasaba de verdad en las profundidades de su alma”.
Y el propio Chéjov, en un cuaderno personal, escribió: “En el fondo vivo tan solo como lo estaré cuando yazga en mi tumba”. Solo... Pero tenía una familia numerosa, muchos amigos y lectores. […] “A Antón le gusta la gente”, decían sus padres. “Antón sólo está a gusto rodeado de ruido, de conversaciones y risas”, afirmaban sus hermanos. Quizá fuera así... “Necesito gente a mi alrededor porque solo, no sé por qué, tengo miedo”, confesaba el interesado.
Irène Némirovsky, La vida de Chéjov, prol. Mercedes Monmany, trad. del francés José Antonio Soriano Marco, Salamandra, 2022.
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EL EXTRAÑAMIENTO EN EL CINE NEGRO
BILLY WILDER, como tantos otros inmigrantes que dirigieron películas de cine negro, como es el caso de Fritz Lang, Robert Siodmak, Otto Preminger, Michael Curtiz y Jacques Tourneur, amaba la libertad. La falta de pretensiones de la que presumían los estadunidenses, pero en cambio detestaba su culto por el dinero, visión crítica que no duda en plasmar en sus películas. Un importante crítico [Thomas Elsaesser] ha definido la actitud de estos directores como de “doble extrañamiento”, en el sentido de que no se sienten ni europeos ni estadunidenses.
De hecho, la mayoría de las películas de cine negro abordan ese sentimiento de extrañamiento o alienación. Si las películas de la década de 1930 mostraban unos exteriores claros y soleados, las de cine negro presentan la imagen de Estados Unidos como un lugar difícil y ambiguo, con personajes cegados por el dinero y que no dudan en franquear los límites del llamado mundo civilizado.
Mark Cousins, Historia del cine, trad. Jorge González Batlle y Remedios Diéguez Diéguez, Blume, 2021.
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NUEVA COSMOGONÍA DE LA LITERATURA
DURANTE CIEN AÑOS o más, el mundo, nuestro mundo, ha estado muriendo. Y, en estos cien últimos años aproximadamente, ningún hombre ha sido lo bastante loco como para meter una bomba por el ojo del culo a la creación y hacerla saltar por los aires. El mundo está pudriéndose, muriendo poco a poco. Pero necesita el coup de grâce, necesita saltar en pedazos. Ninguno de nosotros está intacto y, sin embargo, tenemos en nuestro interior todos los conocimientos y los mares que separan los continentes y las aves del aire. Vamos a consignar la evolución de este mundo que ha muerto, pero que no ha recibido sepultura. Estamos nadando en la superficie del tiempo y todo lo demás ha naufragado, está naufragando, va a naufragar. Será enorme, el Libro. Habrá océanos de espacio en que moverse, transitar, cantar, bailar, trepar, bañarse, dar saltos mortales, gemir, volar, asesinar. Una catedral, una auténtica catedral en cuya construcción participará todo aquel que haya perdido su identidad… Construiremos una ciudad en torno a ella y estableceremos una comunidad libre. No necesitamos genio: el genio ha muerto. Necesitamos manos fuertes, para los espíritus que deseen entregar el alma y encarnarse…
Henry Miller, Trópico de Cáncer, trad. Carlos Manzano, Plaza & Janes, 1996.
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EL NACIMIENTO DEL DIOS “COLIBRÍ ZURDO”
UN DÍA VISITARON un lugar donde vivía una mujer llamada la del Faldellín de Serpientes, madre de los cuatrocientos Surianos y de una hermana suya llamada la del Rostro Tatuado con Cascabeles. Coatlicue daba allí culto, ella tenía las escobas con que daba culto en la Montaña de la Serpiente. Y una vez, cuando barría Coatlicue, sobre ella bajó un plumaje, como una bola de plumas finas; al momento lo recogió y lo depositó en su seno. Cuando acabó de barrer, quiso tomar de su seno lo que en él había guardado; nada vio allí. Al instante quedó encinta. Cuando los cuatrocientos hermanos vieron a la madre encinta se llenaron de gran enojo: “¿Quién la hizo madre?, ¿quién la dejó encinta? ¡Nos afrenta, nos infama!” Y la hermana, Coyolxauhqui, dijo luego: “Hermanos, nos afrenta, ¿quién es el autor de lo que en el seno lleva?” Cuando la madre lo supo, se espantó, una gran pesadumbre sobre ella vino. Pero el hijo que había en su seno la confortaba y le decía: “No temas, yo sé lo que he de hacer”. Cuando Coatlicue oyó la palabra de su hijo, mucho se confortó, se calmó su corazón, se sintió llena de tranquilidad.
[…] y nació Huitzilopochtli, se revistió sus atavíos: su escudo de plumas de águila, sus dardos, su lanzadardos azul, que llaman lanzadardos de turquesa, y se pintó el rostro con el color que llaman “pintura de niño”, y sobre su cabeza se colocó su plumero de finas plumas, y se puso sus orejeras y uno de sus pies era enjuto y el izquierdo tenía una sandalia adornada de plumas, y también pintó de azul sus dos muslos y brazos… Luego con el dardo hirió a Coyolxauhqui, le cortó la cerviz y su cabeza fue a quedar allá abandonada en la cuesta de la Montaña de la Serpiente, su cuerpo rodó hasta la falda, se hizo trizas: por una parte y por otra iban cayendo sus manos, sus pies y su cuerpo.
Épica náhuatl, selección, introducción y notas de Ángel María Garibay K., UNAM, 2018.
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EL PEQUEÑO PRÍNCIPE
EL HOMBRE DE ACCIÓN es un poeta, en el alto sentido de la palabra, porque es “aquel que hace, aquel que crea”. Me agradaba oír a Saint-Ex (hablo del hombre, no ya del escritor) describir un acontecimiento. A veces, y aun cuando estuviese entre amigos, se quedaba largos ratos en silencio. De repente, porque uno de los temas que le apasionan ha sido insinuado, toma la salida y enseguida sube
en flecha. Al tratar de un problema de estrategia, o incluso de política, lo hace con sencillez porque lo ve desde lo alto. Habla como un hombre de ciencia, con una extrema precisión de vocabulario y de raciocinio. Pero al mismo tiempo habla como poeta. Los seres y las cosas renacen a su voz. La frase libre, cortada, jamás oratoria, es como un gesto
que ajusta la idea… Todo un grupo, encantado, escucha hasta el momento que, habiendo terminado su poema o su demostración, Saint-Ex recae en su mutismo, hace un juego de naipes o canta una canción.
André Maurois, De Proust a Camus, trad. Domingo Pruna, Ediciones G. P., 1967.
