LA ALEGRÍA es una cosa rara.
Corrijo páginas y en ellas me entero: Porfirio Díaz tenía en las obras del Desagüe General del Valle de México
una de sus mayores ilusiones. En el texto que leo, el doctor Manuel Perló Cohen cuenta que dos de las gigantescas dragas que removieron toneladas de tierra para abrir el canal a cielo abierto durante las obras del desagüe porfiriano fueron nombradas Carmen y Lucy, en referencia a la esposa y a una de las hijas del dictador. Su emoción por los trabajos del desagüe era tanta que algunos de sus cumpleaños los celebró haciendo visitas a esta obra. A estas visitas le acompañaban miembros del gabinete.

Diversa cultural
Afuera llueve y sigo trabajando. El nombre del libro que corrijo es La ciudad sumergida. En sus páginas contiene algunos episodios que dan forma a una breve memoria sobre el agua en la capital mexicana: desecamiento de los lagos, inundaciones, sequías; algunas tragedias humanas. Las calles se encharcan mientras leo. Tenemos miedo del agua, pienso, mientras escucho el suave repiqueteo en la ventana. La lluvia tiende a ponernos tristes; tal vez en estado de alerta y miedo, y aun así el sonido del agua abunda en aquellas composiciones que se usan para meditar o invocar serenidad.
EN EL LIBRO UNA FILOSOFÍA DEL MIEDO el escritor Bernat Castany Prado, citando a Henri Bergson, nos dice que la “alegría es la hija del esfuerzo y el esfuerzo es hijo de la resistencia”. Castany tomó esta idea del libro La evolución creadora, donde Bergson habría escrito que:
El pensamiento que es sólo pensamiento, la obra de arte que es sólo proyecto, el poema que es sólo sueño, no han necesitado de ningún trabajo aún; es la realización material del poema en palabras, la concepción artística en estatua o en cuadro lo que exige un esfuerzo… Y el esfuerzo es más precioso que la obra en la que ha desembocado, porque, gracias a él, ha sacado de sí más de lo que tenía, alzándose por encima de sí mismo.
A propósito de la alegría, Castany cita en su ensayo a Spinoza cuando nos dice que “la alegría es el paso de una menor a una mayor perfección”. Por ello la alegría sería “el estado natural de los niños”, ya que su curva de aprendizaje y nuevas experiencias es más grande que nunca. Con el paso de los años nuestra curva de aprendizaje decae y la capacidad de aumentar o expandir nuestras potencias se ve mermada.
En los párrafos finales, Perló Cohen deja algunas reflexiones sobre los problemas hídricos de la ciudad y advierte que “el costo de no hacer las cosas es muy alto, aunque a veces es lo más rentable políticamente. Si algo nos ha enseñado la historia del agua es que mientras más oportunidades dejamos pasar, tendremos que pagar un costo más alto adelante en el camino”. No sé si las potencias de la ciudad coinciden con las potencias del agua. Afuera sigue lloviendo, en las calles se abren algunos boquetes, algunos árboles se precipitan sobre el cableado y la gente se resguarda. En La gaya ciencia Nietzsche escribió: “La felicidad y la desdicha son hermanas gemelas que o bien crecen juntas, o bien permanecen pequeñas juntas”.
