Diversa Cultural

Diversa Cultural
Diversa CulturalImágenes: Britanica, The Independent, World Atlas y 123RF
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LA PINTURA DE JOAN MIRÓ

Lo que busco es un movimiento inmóvil, algo que sea el equivalente de lo que se llama la elocuencia del silencio, o lo que San Juan de la Cruz designaba, creo, con las palabras “música muda”.

Las formas son a la vez móviles e inmóviles en mis cuadros. Son inmóviles a causa de la nitidez de sus contornos y de esa especie de encuadramiento donde a veces parecen situadas. Pero precisamente porque son inmóviles, sugieren movimientos.

Como no hay línea de horizonte ni puntos de referencia de profundidad, se desplazan también en la superficie, porque un color o una línea conducen fatalmente a un desplazamiento del ángulo de visión. En el interior de las formas grandes se mueven las pequeñas. Y cuando se mira el conjunto del cuadro, las formas grandes, a su vez, se hacen móviles. Incluso se puede decir que, conservando su vida autónoma y sin modificarse, se atropellan.

Pero esto no impide que mantengan entre sí relaciones tan rigurosas como las que unen a los elementos del cuerpo. Basta con que le falte un trocito a un dedo para que esto quebrante toda la mano.

Como el conjunto del cuerpo es de

la misma naturaleza que un brazo, una

mano o un pie, en un cuadro todo debe

ser homogéneo.

En los míos, hay una suerte de circulación sanguínea. Si se desplaza una forma, esa circulación se detiene; el equilibrio se rompe.

Cuando una tela no me satisface experimento un malestar físico, como si estuviera enfermo como si el corazón me funcionara mal, como si no pudiera respirar, como si me ahogase.

Trabajo en un estado de pasión y de arrebato. Cuando empiezo una tela, obedezco a un impulso físico, a la necesidad de lanzarme; es como una descarga física.

Una tela no me puede satisfacer de inmediato, está claro. Y al principio experimento ese malestar que he descrito. Pero como soy muy luchador en estas cosas, emprendo la lucha.

Es una lucha entre mí mismo y lo que hago, una lucha con la tela, con mi malestar. Esta lucha me excita y me apasiona. Trabajo hasta que el malestar cesa.

Joan Miró: Yo trabajo como un hortelano, prefacio de Robert Lubar, ed. y prol. Yvon Taillandier, Gustavo Gili, 2018.

Joan Miro
Joan MiroFoto: Britanica

VIDA

Se nace siempre improbablemente.

Se crece siempre necesariamente.

Se madura siempre relativamente.

Se envejece siempre humillantemente.

Se muere siempre sorprendentemente.

Jorge Wagensberg, A más cómo, menos por qué, 747 reflexiones con la intención de comprender lo fundamental, lo natural y lo cultural, Tusquets, 2006.

DICHOS DE GROUCHO MARX

A una muchacha guapa: Tiene usted una bonita cabeza sobre sus hombros, ojalá estuviera sobre los míos.

A una diseñadora de ropa femenina que afirmaba que las mujeres no se visten para los hombres, sino para ellas mismas: Pues si se vistieran para mí, las tiendas no venderían mucho, créame. Acaso alguna visera de vez en cuando.

A una pareja de recién casados de edad avanzada: Nunca olvidaré el día de mi boda… En vez de arroz nos tiraron vitaminas.

A un físico culturista: A usted no se le ven los músculos hasta que se quita la chaqueta. A mí no se me ven hasta que me la pongo.

A un concursante: ¿Dice usted que un bufón es un payaso? Pues yo creía que era una de esas tormentas que arrasan Miami cada tres años…

A un miembro de la Corte Suprema: Es un buen empleo, especialmente si le gusta dormir durante el día. 

El ABC de Groucho, Selección y edición Stefan Kanfer, trad.

Claudio Molinari, Recopilación de textos escritos por, para

y sobre Groucho Marx, RBA, 2001.

Stefan Kanfer
Stefan KanferFoto: The Independent

BALLENA

En una semana más o menos me voy a Nueva York a encerrarme en una habitación de un tercer piso y matarme a trabajar en mi “Ballena” [la primera edición inglesa de Moby Dick se tituló The Whale (“La ballena”)] mientras poco a poco se abre paso hacia la imprenta. No se me ocurre otra manera de terminarla.

Ando siempre de acá para allá por culpa de distintas circunstancias. Esa atmósfera silenciosa de paz y tranquilidad en la que crece la hierba, bajo la cual todo escritor debiera crear… rara vez, me temo, la consigo. El dinero es mi maldición. Y el Diablo malintencionado siempre me sonríe con burla mientras sujeta la puerta entreabierta. Mi querido señor, me acecha un presentimiento: al final acabaré exhausto y pereceré, como un viejo rallador de nuez moscada, rallado en virutas por el continuo desgaste de la madera, esto es, por culpa de la nuez moscada. Lo que me impulsa a escribir está vetado: no da dinero. […] Soy propenso a la alegría y por consiguiente escribo con tristeza: ¡Ojalá tuviera en casa algo de ginebra…!

Herman Melville, Cartas a Hawthorne, trad. Carlos Bueno Vera, Ediciones La uÑa RoTa, 2016.

Una ballena saltando sobre el agua
Una ballena saltando sobre el aguaFoto: World Atlas

SIMPLIFICAR

Para conseguir una historia palpitante, a veces el novelista tiende a complicar la trama. Para que no falten los giros inesperados, las pistas falsas, etcétera, siente la tentación de inventar obstáculos que a veces resultan artificiales y sólo existen por un motivo: los necesita.

En mi opinión el éxito de muchas novelas policíacas se debe, por el contrario, a que sus autores son capaces de simplificar la trama. Simenon, que sustituye los giros de los acontecimientos por dilemas psicológicos o morales de sus personajes, ofrece buenos ejemplos. Su método suele consistir en simplificar a los protagonistas al tiempo que complica su universo. Muy pocos de sus personajes, por no decir ninguno, carecen de una función clara en la historia: al final, sólo conserva lo que sirve para dar vida a su relato y hacerlo comprensible.

También Hitchcock pensaba que los autores incapaces de simplificar pierden el control del tiempo del que disponen. Los comparaba con esos conferenciantes que se escuchan a sí mismos y pierden el hilo de su discurso. Para un novelista, el problema no es el tiempo, sino el espacio, aunque en el fondo es lo mismo.

De ahí ese objetivo, que vale al menos para las novelas que cuentan historias: conseguir hacer muy bien cosas muy sencillas.

Lo que, por supuesto, es lo más complicado.

Pierre Lemaitre, Diccionario apasionado de la novela negra, trad. José Antonio Soriano Marco, Salamandra, 2022.

MERIENDA

La hora de la merienda y él llega otra vez tarde, cuando ya hemos esperado demasiado tiempo. En las tazas se acomoda una espuma amodorrada y ella está cansada de entretenerme, preguntando acerca de mi día en la escuela, tanto que no le importa fingir que limpia la grasa de las hornillas y se pone a llorar con los codos en la mesa.

Para él nunca sucede nada, por eso no trae ninguna explicación, sólo se acomoda en la silla y espera con gesto de hastío que ella salga del llanto, que le sirva.

Ella se levanta con uno de esos suspiros que anuncian las palabras más duras, pero no reclama nada. Sin voltear a verlo, le pide que se lave las manos mientras llena una taza de café. Él arquea las cejas, un gesto rápido, victorioso, de todo está en orden.

Cuando sale de la cocina, ella se extiende hasta la mesa y de entre los panes escoge uno, lo mira como si fuera a recibir un mensaje, como si la masa fuera algo distinto, enseguida sorbe con furia y escupe sobre el reverso del pan.

Cuando él regresa, ella le tiende la pieza, en silencio, como una ofrenda. Cuando da la primera mordida, ambos le sonreímos.

Edilberto Aldán, Pequeñas y fugaces memorias, Secretaría de Cultura / Instituto Nacional Aguascalentense para la Cultura, 2016.

MERIENDA
MERIENDAFoto: 123RF