Del director argentino Francisco J. Paparella

Tres hermanos refleja la masculinidad tóxica

A través de unos hombres que encuentran en la violencia, el alcohol y callar sus sentimientos o situaciones que los atormentan en lo individual, en una manera de autodestruirse

Los protagonista, en un fotograma del largometraje.
Los protagonista, en un fotograma del largometraje.Foto: Especial
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La cinta Tres hermanos, del director argentino Francisco J. Paparella, refleja la masculinidad tóxica, a través de unos hombres que encuentran en la violencia, el alcohol y callar sus sentimientos o situaciones que los atormentan en lo individual, en una manera de autodestruirse.

El filme, que estará en cartelera en la Cineteca Nacional hasta el próximo 7 de abril, retrata la historia de tres hermanos que se reúnen en el campo paterno después de mucho tiempo.

Cada uno oculta un aspecto que los avergüenza o pone en duda lo que entienden por masculinidad, el menor se siente atraído por un compañero de jiu-jitsu; el mediano es diagnosticado con cáncer testicular; y el mayor pierde su trabajo en un barco pesquero y vuelve al pueblo enganchado a la cocaína. Todo ocurre en los enigmáticos y bellos paisajes de la Patagonia argentina.

El realizador Francisco J. Paparella compartió a La Razón que el filme surgió a partir de una imagen que lo atrapó: “Un amigo que llegaba con un jabalí y se ponía a desollarlo mientras nosotros estábamos filmando el final de mi otra película, Zanjas. Siempre trato de conectar puntos para ir construyendo el guion, a través de escenas que me parecen interesantes”.

En Tres hermanos los silencios son tan importantes como lo que se habla, pues es la manera en que los personajes canalizan sus emociones. “Había algo que se repetía muchísimo, esta idea del hermetismo y la imposibilidad de expresar sentimientos por razones de educación, de contexto, tanto geográfico, como social. A través de eso era encontrarles un conflicto o que los avergonzara o en el que se cuestionara su masculinidad”, detalló.

Para Francisco J. Paparella, la cinta trata de reflejar esa masculinidad que aún predomina en algunos lugares y que está muy lejana a lo que ahora se ha llamado “nuevas masculinidades”, donde los hombres reconstruyen roles o estereotipos que se les han impuesto en la sociedad.

“Creo que en la actualidad sí hay un inicio de transformación en cuanto a la masculinidad, pero estamos enfrentando tres mil, cuatro mil años de historia de otra masculinidad. Entonces, si bien hay una punta del Iceberg, falta muchísimo, porque esto se haga efectivo en todo el mundo.

“También una de las cosas que ataca la película, nosotros en ciertos lugares más urbanos tenemos una idea de esta deconstrucción que está sucediendo, pero creo que los sitios más rurales o alejados, es muy difícil todavía que esto se haga efectivo, no es tan sencillo, cambiar una mentalidad de cuatro mil años va a llevar mucho más tiempo. Era complicado atacar este punto, creo que podría haber sido malinterpretada la película, pero no ocurrió”, apuntó el director.

El realizador indicó que el filme interpela tanto a hombres como a mujeres. “Los hombres se ven identificados de una manera tóxica y pueden observar comportamientos dentro de la manada, que los cuestionan, y creo que las mujeres también pueden entender ese comportamiento de dónde viene, porque nadie nace machista, sino que es algo que se va heredando, se va construyendo con el entorno, desde pequeños comentarios hasta acciones brutales”, abundó.

En el largometraje, la música heavy metal también juega un papel fundamental, porque es en la que los personajes encuentran una especie de coraza donde canalizan sentimientos.

“La principal temática de la película, fuera de la masculinidad tóxica, tiene que ver con la imposibilidad de transmitir emociones o sentimientos, son tan cerrados que solamente en el heavy metal encuentran este refugio que les permite expresarse”, finalizó.