En Ámsterdam, Países Bajos
Una de las ciudades más atractivas para visitar como destino turístico es Ámsterdam, capital de Países Bajos, ya que ofrece diferentes tipos de actividades: pasear por sus canales en un bote, subir al edificio A’DAM Lookout para columpiarse desde la azotea, acudir a sus distintos recintos culturales o simplemente dar una caminata por el hermoso Vondelpark.
Una de las paradas obligadas es la Casa de Ana Frank. Las temperaturas en Ámsterdan suelen ser de cero grados centígrados, entonces se recomienda ir con ropa adecuada, ya que para llegar desde la estación central del tren se necesitan 20 minutos caminando, tiempo que permite admirar los edificios y sus fachadas de ladrillo con grandes ventanales.

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Al llegar a la calle de Prinsengracht y 50 metros adelante, se encuentra la puerta que tiene una placa con la leyenda “Anne Frank Huis”.
- El Dato: aquí estuvieron Edith, Otto, Margot y Ana Frank; Hermann, Auguste y Peter van Pels, y Fritz Pfeffer.
Alrededor suele haber gente fotografiando la puerta y tomándose selfies, en un primer momento, se puede pensar que es el acceso principal; sin embargo, la entrada al museo está a la vuelta de la esquina en la calle de Westermarkt número 20. La casa de Ana Frank es uno de los lugares con mayor afluencia de gente en el mundo, incluso es preciso adquirir las entradas con un mes de anticipación para asegurarlas. Una vez en el lobby, el personal del museo entrega una audioguía (hay en diversos idiomas).
Unos pasos más adelante se entra a la primera habitación de la casa, donde se puede admirar una introducción de quién fue Ana Frank, su historia y el contexto en el que se desenvuelve su vida, la de su familia y las personas con quienes compartió techo por dos años cuando se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial.

En esta habitación se observan fotos y documentos que se encuentran adheridos a la pared, al tiempo que en la audioguía se explica a los visitantes: “Ana Frank, judía, se escondió en 1942 de los nazis durante la ocupación de Países Bajos. Fue descubierta dos años después. En 1945, murió en el campo de concentración de Bergen-Belsen”.
La Casa de Ana Frank está conformada por una parte delantera y una trasera donde se desarrolla la mayor parte del recorrido. Para acceder a la parte “escondida” se camina a través de un pasaje que se encuentra detrás de un librero. A continuación hay escalones muy altos y angostos, enseguida una puerta y la habitación que en el día fungió como el salón de la familia Frank y por la noche fue el dormitorio de Otto (papá), Edith (mamá) y Margot (hermana mayor).

A 10 pasos está una puerta por la cual se ingresa a la habitación que compartió Ana con Fritz Pfeffer, un hombre de la misma edad que su padre, quien estuvo también refugiado en este histórico edificio. La habitación aún conserva la mesa donde la adolescente se sentaba a escribir su diario que después fue publicado, algunos objetos y fotografías.
A medida que se avanza en el recorrido y mientras se escucha la audioguía, en la que se explica con detalle cada uno de los rincones del lugar, es imposible que los visitantes no sientan diversas emociones que van desde la tristeza hasta la esperanza. Es posible verlo en los gestos de las personas que acuden a la casa.

Cada espacio, incluyendo el cuarto de baño y la habitación, donde cocinaron y comieron los escondidos y escucharon la radio, conserva objetos y utensilios originales que se pudieron rescatar.
En la parte más alta del edificio se encuentra la habitación de Peter Van Pels, hijo de Hermann y Auguste, quienes también estuvieron ocultos durante la Segunda Guerra Mundial. El acceso al ático está clausurado, no es posible subir; sin embargo, con un espejo que colocó personal del museo se observa un poco el espacio donde Peter y Ana pasaban algunos lapsos juntos.
El recorrido, que dura 45 minutos, es un pedazo inmenso de historia y a su vez un recordatorio para la humanidad de que la vida de las personas es lo más preciado por encima de cualquier creencia política, religiosa o étnica.