Estados Unidos, México y Canadá se han enfrascado en una guerra de declaraciones y amenazas arancelarias sin precedentes. Los tres integran unas de las fronteras más bastas y económicamente activas del planeta, por donde transitan innumerables personas y mercancías cada año.
La hostilidad que se ha disparado no sólo afecta una zona comercial y social entre países aliados, sino que afecta a la economía global por la gran cantidad de productos que se crean en cadenas de producción que cruzaban sin costos extra varias veces estas fronteras y que ahora podrían encarecerse gracias a la guerra comercial que ha detonado Donald Trump.
La historia entre estas tres naciones no siempre ha sido sencilla y pacífica. En especial con México, EU siempre ha tenido una vecindad incómoda. Sin embargo, era un entendido que ninguna de las partes le daría la espalda a la otra por los intrincados intereses comunes que existen tanto en sus sociedades como en su economía. A lo mejor era una alianza fáctica debida a la posición geográfica, pero América del Norte se percibía como un bloque unido que, aunque tenía sus roces, siempre lograba salir avante con algún acuerdo aceptable para todas las partes.

Se le fuga a Durazo objetivo prioritario
Con Trump, México y Canadá esperaban ciertamente hostilidad, bravuconería y algunas órdenes ejecutivas vistosas, todo dirigido principalmente a las bases electorales republicanas. Pero en este nuevo mandato, Trump sorprendió dando un manotazo desestabilizador elevando los insultos y rompiendo el pacto comercial que él mismo propuso y firmó en su primera administración.
La guerra arancelaria sólo logrará afectar la economía de los tres países. La región está íntimamente ligada y esto lo demuestran las recesiones sincronizadas que han tenido en lo que va del siglo. Con la ruptura de la burbuja inmobiliaria en los EU, Canadá y México entraron en recesión también. Con la pandemia, los tres países tuvieron recesiones y recuperaciones interconectadas. Aunque Trump y su equipo deseen que no exista la globalización y las fronteras porosas, es un hecho que la economía actual implica un destino común en Norteamérica que sería complicado revertir. Una guerra arancelaria llevará a los tres países a tener afectaciones conjuntas y a entrar en una recesión que afectará y debilitará el bloque común que se había forjado de cara al comercio internacional.
El aislacionismo comercial que pretende Trump parece algo todavía lejano. Para lograrlo tendría que destruir la industria compartida que hay en América del Norte, afectando gravemente a sus vecinos y aliados. Esto pondría en jaque a nuestro país y, como consecuencia, detonaría aún más la migración. Es un mal plan por donde se mire. Esperemos que 4 años no sean suficientes.
