Una crítica recurrente al gobierno mexicano, a éste y a los anteriores, es que recauda poco, sobre todo comparado con los gobiernos de los otros 37 países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la OCDE, que recaudan, como proporción del Producto Interno Bruto, el PIB, que para estos efectos es el ingreso generado en el país, más que el gobierno mexicano, lo cual es visto como un problema que debe resolverse. ¿Será?
Muestra de lo anterior la tuvimos en la pasada Convención Bancaria, a la cual fue invitado el economista James Robinson, premio Nobel de Economía 2024 (compartido con Daron Acemoglu y Simon Johnson), quien afirmó que “México tiene un desempeño significativamente bajo en la colecta de impuestos en comparación con otros miembros de la OCDE, lo que refleja desafíos estructurales en su sistema fiscal”, lo cual quiere decir que Robinson está a favor de que el gobierno recaude más, es decir, que obligue a los contribuyentes en entregarle una mayor parte de su ingreso, del producto de su trabajo, como si de una mayor recaudación, y por lo tanto de un mayor gasto gubernamental, dependiera directamente un mayor crecimiento de la economía, que depende de las inversiones directas destinadas a la producción de bienes y servicios, y un mayor bienestar de las personas, que debe ser resultado de la generación personal de ingreso, no de la redistribución gubernamental del mismo.
Según datos de la OCDE, la recaudación de impuestos en México equivale al 16.9% del PIB, mientras que el promedio de los países que la integran, sin contar a México, es del 35.0%. En México se recauda menos de la mitad, lo cual es visto por muchos como problema, por lo que están a favor de que el gobierno eleve su eficacia recaudatoria como si, va de nuevo, de una mayor recaudación y un mayor gasto gubernamental dependiera, de manera directa, un mayor crecimiento de la economía y un mayor bienestar de las personas, lo cual no es así.

¿A quién le importa?
Dado que el gobierno mexicano gasta en lo que no debe (por ejemplo: en la construcción de aeropuertos, ferrocarriles y refinerías, malo), y dado que en muchos casos gasta de mala manera (por ejemplo: en la construcción de refinarías, ferrocarriles y aeropuertos que difícilmente serán rentables, peor), es que poner un peso más en sus manos es meterle dinero bueno al malo, algo que no debe suceder, por más que el gobierno recaude menos de la mitad de lo que recaudan los gobiernos de los otros países de la OCDE, lo cual, dado que gasta en lo que no debe, y que gasta de mal manera, es algo bueno.
¿Cuál sería el resultado de un aumento en la recaudación? Más gasto en lo que el gobierno no debe gastar (malo), y más gasto gubernamental ejercido de mala manera (peor).
Mientras no se revise a fondo en qué y cómo gasta el gobierno (y gasta en lo que no debe, por lo que de entrada gasta de más, con el agravante de que en muchos casos gasta mal), y no se eliminen los excesos y defectos de dichos gastos, poner un peso más en manos del gobierno es meterle dinero bueno al malo. Claro que, si se eliminaran los excesos y defectos del gasto, el gobierno gastaría menos y mejor, y el resultado sería, no más recaudación sino menos, como debe ser. Desafortunadamente no será. Démonos por bien servidos si no aumentan los impuestos.
