A la oposición no se la ve por ningún lado. Eso no es noticia. Lo que merece nuestra atención es un par de preguntas: ¿por qué está desaparecida la oposición? y ¿qué podría hacer para volver a estar presente?
Me parece que la respuesta a la primera pregunta es relativamente sencilla. A la oposición le han faltado ideas, le ha faltado proyecto, le han faltado liderazgos.
La catástrofe de la oposición en la elección presidencial de 2024 es un fenómeno que todavía tiene que estudiarse a fondo. Me parece que la oposición se ha quedado paralizada en el tiempo. No se ha transformado, no ha sabido hacerlo o quizá no ha querido hacerlo porque eso la obligaría a mirarse en el espejo. Quiero subrayar la palabra transformación, por más manoseada que esté. Desde el primer día de gobierno de López Obrador quedó claro que lo que se proponía era la creación de un nuevo régimen. Los seis años de su gobierno fueron seis años de la destrucción del viejo régimen y de la construcción del nuevo. Me da la impresión de que eso no lo supo entender la oposición o, quizá, mejor dicho, no tenían manera de entenderlo, por estar todavía dentro del esquema conceptual del viejo régimen. Por lo mismo, la hipótesis de que en la elección anterior ese viejo régimen podía restaurarse, como si se pudiera volver atrás en el tiempo, fue fallida desde el principio. Para que la oposición pudiera cumplir con su función, ella misma tenía que transformarse. Eso no sucedió y no hay indicios de que se logre en un futuro cercano.

Verano de ensueño
Llegamos ahora a la segunda pregunta, la de qué puede hacer la oposición para estar presente. Mi respuesta se desprende de lo anterior: tiene que cambiar a fondo. Para ello, necesita nuevas ideas, nuevos proyectos, nuevos liderazgos. Se dice fácil, pero la desgracia de la oposición mexicana es que no tiene los elementos para llevar a cabo esa tarea. Sus líderes son viejos, sus ideas son viejas, sus proyectos son viejos. Incluso la crítica que realiza al régimen actual suena a viejo.
Vuelve a plantearse la interrogante de qué se debe impulsar primero: el proyecto o el liderazgo. En circunstancias normales —de normalidad democrática, quiero decir— yo me inclinaría por encontrar primero el proyecto y luego al liderazgo. Ahora pienso que ese orden de cosas no es el más adecuado en el presente mexicano.
La oposición debe buscar a los nuevos liderazgos que propongan las nuevas ideas. Para ello, debe romper con sus viejas estructuras, para que, por esas hendiduras, puedan entrar los líderes del futuro. Las ideas no vienen solas, las inventan las personas. Por eso mismo, hay que darles a esas personas la oportunidad, las condiciones, los recursos para que nos ayuden a imaginar un mejor futuro post-populista.
