Claudia Sheinbaum puede utilizar distintas coyunturas para desmarcar su administración del incómodo tutelaje de su antecesor y aún popular líder de la 4T, primer y segundo piso, Andrés Manuel López Obrador.
Desde afuera, las presiones comerciales del (des)gobierno de Donald Trump terminan por convertirse en presiones político-policiacas. El marro de los aranceles golpea al sistema mexicano por debajo de su línea de flotación.
Los capos nacionales más emblemáticos, poderosos y sus estirpes han negociado con la justicia estadounidense penas menos drásticas y protección a sus familias, a cambio de revelar complicidades políticas que antes el PRI, luego PAN y ahora Morena —sin eximir a cualquier membrete que gobierne plaza o ruta de interés para el crimen organizado le proporcionan a cambio de anular el Estado de derecho.

Maromas y raspón
Las presiones al Gobierno de Sheinbaum que vía T-MEC receta una semana sí y la otra también Washington, so pretexto de los aranceles y equidad global —según Trump—, cimbran las redes políticas de Morena.
La idea implantada en varios sectores respecto a la existencia de una lista de políticos mexicanos en capilla abre las puertas a la especulación provocando distorsiones operativas a varios niveles.
Por temor o deseo, hay quienes ya imaginan a sus mandos huyendo, tal como sucede con el exsecretario de Seguridad de Tabasco.
Tanto impacta ese ánimo de presión en contra de autoridades mexicanas, que la propia Presidenta Sheinbaum se ocupó de responder los comentarios del abogado de los hijos del Chapo Guzmán.
¿Por qué la mandataria se distrae con un defensor de criminales que declara lo que a su causa suma? Probablemente porque no tuvo margen para ignorarlo, por la cobertura mediática del personaje, sus conspicuos clientes y, sobre todo, por el tema. Por el momento y la nueva narrativa de la Casa Blanca que avisa; hacerse de la vista gorda y tolerar a los narco-políticos mexicanos, ya no será más.
Con la bandera del letal fentanilo al que son adictos cada vez más seres humanos aquí, y más allá por su capacidad de compra, Estados Unidos aparenta estar resuelto a mover, a través de todos los instrumentos que la vecindad y los acuerdos económicos con México le dan, ese viejo, funcional y multimillonario arreglo criminal.
Todo lo anterior da a Claudia Sheinbaum una inesperada ventana de oportunidad para corregir los muchos yerros heredados por su antecesor, el de los abrazos y las omisiones.
Sin embargo, cada día, cada declaración desde un templete que la Presidenta hace, deja la certeza de su imposibilidad para trazar una ruta distinta.
Simplemente se trata de aceptar una realidad electoral, populista y de realpolitik que nos avisa; no habrá sana distancia ni deslinde de quien a la distancia vigila, desde Palenque y no desde Washington, el ejercicio del poder en el país.
