Gabriel Morales Sod

Un año de protestas en Israel

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En febrero de 2023 comenzó el movimiento social más grande de la historia de Israel. Semana tras semana, por más de medio año, cientos de miles de israelíes salieron a las calles para defender la democracia del país ante el intento de la coalición del primer ministro, Benjamin Netanyahu, de eliminar la independencia del Poder Judicial.

El movimiento de protesta paró por completo con el inicio de la guerra después del ataque de Hamas el 7 de octubre. Desde entonces, esas protestas masivas y las peregrinaciones de manifestantes —por decenas de kilómetros alrededor del país y hacia Jerusalén— parecían un recuerdo lejano. Sin embargo, conforme pasan las semanas, y la guerra continúa, comenzó a hervir de nuevo el enojo colectivo.

La energía no se destruye, sólo se transforma. Mientras pasan los días y 130 israelíes y extranjeros siguen secuestrados en manos de Hamas, la demanda popular por la defensa de la democracia se ha convertido en un llamado a elecciones; que cuanto antes mejor. Las encuestas muestran que el Gobierno y el primer ministro han perdido la confianza de la población. No solamente la popularidad de Netanyahu está en un bajón histórico y su partido ha perdido la mitad de sus votantes, sino también la coalición gobernante, una mezcla de partidos de ultraderecha, derecha y ortodoxos. Si hoy fuera la elección, perderían la mayoría de manera contundente. Israel se encuentra en una situación similar a la de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de lo difícil que pueda ser convocar a elecciones en medio de un conflicto bélico, con una población que ha perdido la confianza de sus gobernantes por completo, se puede y se deben hacer comicios. De esto se trata la democracia, sea en la paz o en la guerra. Para que esto suceda; sin embargo, es necesario que por lo menos cinco miembros de la coalición gobernante dejen el Gobierno. Esto parece improbable, pues para todos los partidos de esa coalición significaría un suicidio político.

La única manera de llevar al país a elecciones es saliendo a las calles. El movimiento de protesta, que con esfuerzos extraordinarios paró por completo el golpe en contra del Poder Judicial, tiene la fuerza necesaria para emprender una nueva batalla para salvar al país. El enojo de las familias de los rehenes, que ven con desesperación cómo el primer ministro aplaza los tratos para liberar a sus seres queridos por miedo a enojar a sus aliados de ultraderecha, quienes sólo quieren continuar la guerra, desató la primera gran ola de manifestaciones. Pero este dolor nacional es sólo la punta del iceberg; en el país hay decenas de miles de desplazados internos, la crisis económica se profundiza y la guerra sigue trayendo muertos casi todos los días. Netanyahu se ha negado a asumir públicamente su responsabilidad por la masacre del 7 de octubre. En la última semana han aparecido cientos de espectaculares y anuncios en la televisión en horas pico con una foto de Netanyahu con la frase: “Tú eres la cabeza, tú eres el culpable.”