Guillermo Hurtado

El peligro de la polarización

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En una sociedad democrática, el ejercicio de la crítica es indispensable. Me refiero a la crítica argumentada no a la visceral, a la fundada en datos y razones no a la que se basa en conjeturas e insultos, a la que busca la verdad no a la que pretende imponer un criterio a la fuerza, a la constructiva no a la destructiva. La crítica, entendida de esta manera, es toda una cultura, una manera de entender la convivencia dentro de la pluralidad.

En el prólogo a su Crítica de la razón pura –uno de los grandes documentos de la razón humana– Kant sostuvo que todo debe someterse a la crítica. Cuando una dimensión de la vida humana se sustrae de la crítica, lo que se forma es una isla de oscuridad y, por lo mismo, de violencia.

Una de las enseñanzas de esta cultura es que nuestro crítico no es nuestro enemigo. Al contrario, puede ser nuestro amigo, alguien que nos señala nuestros errores y, por lo mismo, nos da elementos para mejorar, para salir de la falsedad. Dentro de una colectividad, este tipo de crítica nos permite a todos mejorar nuestras vidas y nos acerca a las metas comunes que deseamos alcanzar.

Cuando la política se polariza se elimina la posibilidad de ejercer la crítica que he descrito aquí. La crítica se toma como un ataque y, por lo tanto, no se le escucha. Y el crítico se convierte en un enemigo y, por lo tanto, se le odia. Dentro de la polarización las pasiones ciegan a los dos bandos y les impide atender a los datos y a las razones.

Esta situación se vuelve, particularmente dramática, en el caso de la autocrítica. Quien se atreve a hacer autocrítica, dentro de uno de los dos bandos, se convierte en un traidor.

Dentro de la polarización, no se acepta que la crítica pueda tener una plataforma de objetividad. La neutralidad de la crítica se rechaza como una ficción. Por lo mismo, no se acepta que alguien adopte una posición crítica frente a los dos bandos desde donde, por medio de un ejercicio de ponderación, señale los vicios y las virtudes de los actores políticos. Lo único que se permite, dentro de la polarización, es la lucha frontal contra el enemigo. No se concede que dentro del bando opuesto pueda haber una partícula de verdad o un grano de bien.

La polarización política es una forma de guerra civil fría. Por desgracia, como nos ha enseñado la historia, la polarización puede convertirse en la antesala de la guerra civil caliente, es decir, de la violencia fratricida. El objetivo de una guerra civil, en sentido estricto, es derrotar al enemigo por medio de la fuerza bruta e, incluso, de ser posible, eliminarlo de manera definitiva. ¿Es eso lo que queremos que suceda en México?