Guillermo Hurtado

Los pininos ideológicos del PNR

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Se ha escrito mucho sobre la cuestión de cuál fue la ideología de la Revolución mexicana y, en particular, de la ideología de la secuencia de partidos políticos conocidos por sus siglas PNR, PRM y PRI. Aquí quisiera prestar atención a un documento de lo que podríamos llamar la historia arcaica del actual PRI.

Talleres Gráficos de la Nación imprimió en 1930 el libro Tribuna Revolucionaria que recoge los discursos pronunciados durante la gira política de Pascual Ortiz Rubio en 1929. Esta obra, olvidada y casi inconseguible, nos permite conocer de primera mano las posiciones que los líderes del PNR defendieron durante la campaña presidencial de ese año. 

El libro puede dividirse en tres partes. La primera consiste en los discursos de Manuel Pérez Treviño, flamante presidente del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y ex secretario de Industria y Comercio en el gobierno de Obregón y ex Gobernador de Coahuila en el gobierno de Calles. La segunda parte está conformada por los discursos de Luis L. León, secretario del PNR y ex secretario de Agricultura y Fomento en el gobierno de Calles. La tercera parte incluye los discursos de numerosos participantes en los mítines celebrados en distintos lugares de la República. Aquí reseñaré sólo de los discursos de Pérez Treviño y de León, dos figuras centrales del PNR que, durante el régimen de Lázaro Cárdenas, fueron desplazados de la escena política nacional: el primero enviado a cumplir labores diplomáticas y el segundo expulsado del país junto con Calles.

Los discursos de Pérez Treviño son toscos. El general afirma una y otra vez que la reacción católica es la principal enemiga de la Revolución mexicana en proceso. A ella la culpa del asesinato de Obregón y de los intentos de detener el avance revolucionario. Pérez Treviño sostenía que el fin de la revolución era la emancipación y el mejoramiento de los campesinos y los obreros. El programa del PNR, enfatizaba, no era sólo político sino económico-social. El PNR era un partido de campesinos y trabajadores que se oponía a los latifundistas y los industriales. Sin embargo, aclaraba: “La clase trabajadora de México no pide a los gobiernos que éstos llevan a cabo el mejoramiento y la emancipación de sus hijos. Lo único que pide es el establecimiento de un medio donde la justicia impere y donde la igualdad ante la ley sea la garantía de un esfuerzo que el trabajador y el campesino de México desarrolle para realizar, a través del tiempo, su propia emancipación social y económica”. Cabe señalar que esta visión reducida de la labor del Estado sería superada por el presidente Cárdenas. Durante el cardenismo se le atribuyó al Estado revolucionario la responsabilidad directa de encargarse de mejorar y emancipar a la clase trabajadora.

No habla Pérez Treviño de la abolición de la propiedad privada, por el contrario, defiende la pequeña propiedad agrícola e industrial. Sin embargo, también subraya la importancia de que los trabajadores se organicen en sindicatos y cooperativas. El propósito de la revolución es el mejoramiento del nivel de vida de los mexicanos en todos los aspectos, no sólo en el económico. Por eso, afirmaba Pérez Treviño, la revolución apenas comenzaba, porque faltaba mucho para alcanzar el nivel anhelado por los revolucionarios. La doctrina de que el objetivo de la revolución consistía en mejorar la vida de los mexicanos se mantendría a todo lo largo del siglo XX y sería la justificación de algunos de los cambios en la ideología oficial: se podía trocar de credos siempre y cuando fuera en beneficio de los mexicanos.  

Los discursos de León son más refinados que los de Pérez Treviño, aunque casi siempre su finalidad principal es atacar al candidato de la oposición: José Vasconcelos. León se burla sin recato del insigne fundador de la Secretaría de Educación Pública en el gobierno de Obregón: lo acusa de ser un torpe instrumento de la reacción, de reclamar una libertad política para su persona que nadie le niega, pero de guardar silencio sobre el tema de la libertad económica y social, de los mexicanos de pregonar el nacionalismo mexicano, pero cultivar el pensamiento indostánico, de ser un mal maestro por su pesimismo y amargura. Estos discursos de León son el testimonio del linchamiento público de Vasconcelos por parte del régimen.