La presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) ha pasado finalmente a Argentina, tal y como estaba previsto desde antes de la última cumbre en la Ciudad de México. En la pasada reunión de cancilleres se logró preservar un amplio margen de convocatoria, con la ausencia de Brasil, que se ha autoexcluido del foro tras la llegada a la presidencia de Jair Bolsonaro.
Como en México, las intervenciones de los cancilleres expusieron las profundas diferencias ideológicas y políticas que recorren esa comunidad. No se trata únicamente de diferencias entre democracias y autoritarismos o izquierdas y derechas, como se simplifica en matrices de opinión afincadas en los diversos enclaves geopolíticos que se disputan la hegemonía de la región. Pero sí de diferencias a media voz o rigurosamente silenciadas, que a veces emergen como en el choque verbal de los representantes de Venezuela y Colombia.
En su discurso ante la Celac, el presidente Alberto Fernández señaló como dos principios rectores la inclusión y la pluralidad. Desde su fundación, ése fue el espíritu del organismo, ya que en una región donde no todos los gobiernos poseen la misma orientación doctrinal, ni siquiera dentro de la propia izquierda, cualquier alianza que subordinara la integración a la ideología o la geopolítica, como la Alba o el Grupo de Lima, estaba condenada a ser limitada o sectaria.
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La funcionalidad de los dos principios señalados por Fernández responde a una interpretación conceptual múltiple. Por un lado, la pluralidad y la inclusión sirven para defender la presencia en el organismo de gobiernos de tendencia autoritaria, lo mismo en la derecha (Brasil o El Salvador) que en la izquierda (Nicaragua o Venezuela). Pero por el otro, llaman a la necesidad de naturalizar el debate entre unos y otros gobiernos, sobre temas de delicado manejo diplomático como el respeto a los derechos humanos, la división de poderes o la celebración de elecciones limpias y transparentes.
En la pasada cumbre de México, asuntos como la disolución o el reemplazo de la OEA, adquirieron un alto perfil mediático. Esta vez, el presidente Fernández trató de congelar el debate, desde un principio, señalando que la Celac no tiene como objetivo reemplazar a otro foro existente. El presidente Fernández y el canciller Marcelo Ebrard eludieron la quinta reelección de Ortega en Nicaragua, luego del masivo encarcelamiento de líderes opositores en ese país centroamericano.
Deliberadamente, ese punto de conflicto entre Argentina y Nicaragua, que llevó a la cancillería de este último país a impugnar el traspaso de la presidencia de la Celac, se mantuvo al margen. Pero lo cierto es que la percepción del proceso nicaragüense en medios diplomáticos argentinos y mexicanos no es positiva. Como pudo verse en los últimos días en Managua, esa reelección indefinida sólo es plenamente avalada por gobiernos de signo autoritario.