Valeria Villa

La búsqueda de la alegría de vivir: Druk (Vinterberg, 2020)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Thomas Vinterberg perdió a su hija de 19 años, quien murió en un accidente automovilístico, unos días antes de comenzar a rodar Druk (2020). El director decidió seguir adelante con el proyecto como un homenaje, una catarsis, un proceso de duelo: “La muerte de mi hija me confirmó que debía rodar una celebración de la vida”. Ésta es la película más alegre y luminosa del director danés aunque también tiene todos los matices trágicos que distinguen a su obra.

Druk utiliza el tema del consumo de alcohol entre los daneses, como un pretexto para hablar del cansancio de vivir que suele caracterizar a la edad madura, cuando parece que muchos sueños y anhelos ya no se alcanzaron, cuando el aburrimiento y el tedio definen la vida laboral, la de pareja, la familiar. El corazón de esta película es la pérdida de la alegría de vivir y su búsqueda desesperada en el consumo de alcohol, compartida en un grupo de pertenencia de amigos y colegas. Una noche mientras celebran en un restaurante, Martin, ablandado por los tragos, llora frente a sus amigos y les cuenta que está mal, que hace tiempo las cosas con Anika, su pareja de muchos años y madre de sus hijos, se han deteriorado. Aquí comienza el viaje de exploración sobre los efectos del 0.05 por ciento de alcohol en la sangre, como un auxiliar en la socialización, en el desempeño académico y en las relaciones afectivas. El experimento da resultados durante un tiempo y los cuatro profesores se sienten vivos otra vez, con una chispa de vivir renovada. Se vuelven mejores maestros, se sienten más felices, más deseosos, más creativos.

La película Druk ilustra algunos de los postulados del filósofo danés Søren Kierkegaard, específicamente en la afirmación de que la angustia surge de la libertad de vivir. En una escena clave, un joven y muy derrotado alumno, diserta sobre el sentido de la vida: el concepto de ansiedad de Kierkegaard, ilustra cómo un ser humano afronta la noción de fallar y haber fallado. Debes aceptarte a ti mismo como falible para amar a los demás y la vida.

Las vidas de estos cuatro hombres son distintas. El alcohol detona lo que hay dentro de cada uno: depresión, soledad, la etapa abrumadora de la crianza de hijos pequeños, una crisis de pareja, pérdida de sentido y ganas de vivir. Los protagonistas se preguntan si son alcohólicos o no, pero este cuestionamiento no es el más relevante, aunque haya escenas que describen con elocuencia el potencial destructivo del consumo sin límites de alcohol. No hay moraleja, ni condena ni idealización de los poderes de beber. Es mucho más poderoso observar a estos hombres volviendo a sentir, recuperando su vocación a la enseñanza y con deseos de perdonarse errores pasados y darle la vuelta a sus vidas aburridas y abandonadas.

Dice Kierkegaard: Atreverse es perder el piso por un momento. No atreverse es perderse para siempre. Vinterberg se atrevió a convertir la pérdida en una película muy bella que además resultó exitosa. Sus personajes se atreven a acercarse a sus vidas, a confesar lo que les pasa en la intimidad del grupo de amigos, a observarse de modo reflexivo y cada uno toma distintas decisiones a partir de eso que se llama tocar fondo. Olvidar el amor y el disfrute o atreverse a saltar: al vacío, a la vida, a un nuevo comienzo, a volver a desear.