Valeria Villa

Te controlo porque te quiero

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La palabra controlador es un adjetivo muy frecuente en los relatos de los pacientes. Se utiliza al hablar de una madre que no respetaba la libertad de sus hijos, convencida de que ella sabía mejor que ellos lo que necesitaban. También para describir a alguien que necesita saber dónde está su pareja a todas horas.

La evidencia de que alguien intenta controlar son los testimonios de las personas cercanas que así lo viven. Siempre es un primer paso aceptar los rasgos de nuestra personalidad que no son encantadores y que provocan rechazo en la gente que amamos. Quien intenta controlar toma decisiones unilaterales, es sobreprotector, usa la culpa para chantajear a los demás por ser desconsiderados, es hipercrítico, intenta administrar hasta los actos más pequeños, puede ser invasivo de la privacidad y al ser confrontado, no acepta tener ninguna de estas conductas. Lo contrario al control es el establecimiento de límites, la comunicación honesta y el respeto por la libertad. Estos tres elementos funcionan para cualquier tipo de relación. Por ejemplo, con una hija adulta que vive en casa y que todavía depende económicamente de los padres, es razonable hablar sobre las reglas de convivencia, horas de llegada y al mismo tiempo entender que ya no es una adolescente de 14 años. En una pareja se establecen límites, se hacen acuerdos, se habla con franqueza de lo que no queremos para la relación y se respeta absolutamente la libertad de la otra persona.

El control tiene varias causas. Puede estar relacionado con el miedo al abandono, pero se justifica argumentando una genuina preocupación por la seguridad de la persona. He visto a muchas parejas que están en desacuerdo sobre el uso excesivo del celular para monitorear los pasos del otro. A veces mandar muchos mensajes preguntando si está bien, si ya llegó a casa, son pretextos para sentirse visto, importante, validado, querido.

También tiene que ver con costumbres patriarcales que se resisten a morir, que veían correcto que el hombre controlara a la mujer como una forma de garantizar su decencia.

El control también puede provenir de un tipo dependiente de personalidad. Pensar en la otra persona todo el tiempo parecería algo amoroso pero está mucho más relacionado con un patrón inseguro de apego. Es probable que alguien que controla no tiene una vida muy plena, ni muchos amigos ni cosas interesantes qué hacer, como si una sola persona fuera todo en su vida. El patrón inseguro de apego hace que alguien necesite confirmación todo el tiempo. Una llamada, un mensaje, porque de lo contrario aparecen los miedos al abandono y al desamor. Puede haber también algo de narcisismo en el deseo de controlar: la otra persona tiene que ser como yo quiero que sea, porque tengo una idea superior de las cosas y debe adaptarse a mí. Hay también rasgos obsesivos en quien controla. No puede dejar de pensar e intranquilizarse. La incertidumbre es insoportable y aparece el mecanismo compensatorio de la omnipotencia: si logra controlarlo todo nada malo puede pasar. Es posible que el controlador esté genuinamente preocupado y necesite que los otros soporten su preocupación. Reforzar la independencia y la autonomía en las relaciones es la única forma de construir vínculos realmente amorosos y sanos. A veces duele que las personas que amamos no quieran estar tan cerca de nosotros o que no manden un mensaje o nos llamen. Estas expectativas de cercanía y conexión se pueden hablar, pero hay que aceptar que el amor sólo puede florecer en libertad. Los celos patológicos, la angustia de separación, el apego inseguro, son experiencias emocionales que pueden procesarse en terapia.

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