Valeria Villa

Vidas pasadas

LA VIDA DE LAS EMOCIONES 

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Escribí esta canción dos horas antes de conocernos. No sabía tu nombre ni cómo te veías. Me pude haber quedado en casa e irme a dormir. Pude haber ido a ver una película. Tú pudiste cambiar de opinión y ver a tus amigos. La vida pudo haber sido muy diferente pero entonces algo cambió”.

Éste es un fragmento de Something Changed (Pulp, 1995) que habla de lo que pudo ser diferente si ellos no se hubieran conocido. La idea sobre el destino está presente en esta letra en la que pensé después de ver Vidas Pasadas (Celine Song, 2023) que es una película también sobre el destino, sobre las decisiones que tomamos sin saber cómo cambiarán nuestra vida. También es un relato sobre el In Yun, una idea budista que sostiene que la providencia o el destino hacen que algunas personas se relacionan con otras, con las que ya se encontraron en sus vidas pasadas (Freud también dijo que todo encuentro es un reencuentro). Mientras más In Yun entre dos personas a lo largo de todas sus vidas, más fuerte será el lazo que las une. Terminarán siendo mejores amigas o casándose y teniendo hijos. No creo en la reencarnación, pero es una idea bastante poética.

Past lives comienza con una escena improbable: tres personas sentadas en la barra de un bar a las 4 de la mañana. Una mujer oriental en medio, de un lado un hombre oriental, del otro un hombre occidental. Una voz en off se pregunta quiénes serán, qué relación hay entre ellos, si serán una pareja con un amigo o serán amigos los tres. La escena es transgresora y es también una metáfora sobre la escisión de Nora, la protagonista, entre su origen coreano y su vida en Nueva York.

Conocemos a Nora y a Hae Sung cuando son niños y viven en Corea. Son compañeros de escuela y se gustan. Son el primer amor del otro. Nora y su familia migran a Canadá buscando horizontes más amplios para todos. Nora se va a Nueva York y 12 años después, a sus 24, se reencuentra virtualmente con Hae Sung. Hay entre ellos una conexión muy fuerte, en buena medida porque él no la ha olvidado y porque para ella, él es un vínculo con su origen nacional, con su lengua materna: “Sólo hablo coreano con mi madre y contigo”, le dice Nora.

Por falta de dinero, pero sobre todo de arrojo, por el desencuentro que a veces es la vida, no logran concretar verse y cortan la comunicación.

Doce años después, Nora tiene 36 y está casada con Arthur. Ambos son escritores y parecen tener una vida apacible y amorosa juntos. Hae Sung reaparece y decide visitar a Nora en Nueva York. Arthur se siente inseguro, pero habla con apertura y respeto con Nora y le dice que no va a impedir que ella vea a alguien que fue muy importante en su vida.

Arthur es un hombre al que deberíamos aspirar a parecernos. Dice lo que siente, no deja que los celos lo controlen ni intenta de ningún modo controlar a Nora. Hae Sung y Nora se encuentran, salen, ella lo lleva de paseo por Nueva York. Es evidente que hay una atracción contenida muy fuerte entre ellos, pero ella no está dispuesta a dejar su vida con Arthur ni su trabajo por seguir a Hae Sung a Corea. En una conversación en la cama entre Arthur y Nora ella le dice: “Hae Sung es un niño en mi cabeza, una imagen en la computadora, extraño Seúl”. Arthur sabe que su historia de amor con Nora no es tan espectacular ni tan romántica e incluso bromea sobre ser un estorbo para que por fin ocurra el amor entre Nora y Hae Sung.

Past lives tiene una historia sencilla con la que todos podemos identificarnos. Todos hemos dejado algo en el camino, elegimos unas cosas y renunciamos a otras. Es posible que todos tengamos idealizado algo de la vida que no vivimos. Esa carrera que no estudiamos, ese hombre con el que debimos habernos casado, esa empresa que no emprendimos. En la fantasía, las cosas son perfectas y hermosas, pero no son reales. La realidad del amor es bastante menos romántica y mucho más práctica, porque cuidar un vínculo requiere de trabajo, paciencia, soportar el aburrimiento, aceptar los defectos, conservar el amor, a pesar de la rutina.

Past lives se parece, sobre todo en lo que despierta hacia el final, a Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995): que ella salga corriendo a encontrarse con el amor apasionado, con la aventura, con la novedad. Que sea inmensamente feliz. Ese final sería digno de una película de Hollywood hecha para complacer al público. El final de Past lives es triste, congruente, adulto y contracultural: el amor no son los fuegos artificiales del inicio de una relación. El amor adulto es respeto, trabajo en equipo, amistad, coincidencias intelectuales y un plan de vida compartido.

También puedes escuchar la columna aquí.

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