Verano criminal

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Foto ilustrativa de las altas temperaturas
Foto ilustrativa de las altas temperaturasFoto: shutterstock.com
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Es mentira que a todo nos acostumbramos. Es imposible para el cuerpo acostumbrarse al calor.

Los norteños cargamos con muchos estigmas. Uno de los peores es que somos team calor de corazón. Mentira. Nunca faltará el mamador al que le encanta romantizar con la lumbre. Pero la mera verdura del caldo, la vida más allá de los cuarenta grados no es vida.

Basta que salga uno del infierno pa que se le olvide a qué sabe. No recuerdo una ola de calor tan intensa desde 2018. No sé si se deba a que soy cinco años más ruco, pero este verano he padecido más que nunca.

Hace unos días alcanzamos los 47. 5 grados centígrados. Y todavía hay gente que come caldo de res en las fondas del mercado. Pinches kalimanes.

El calor es un monstruo de mil cabezas. A las doce de la noche el termómetro marca los treinta grados. Y dirán: no seas pinche chillón, a los treinta se puede subsistir. Sí, en efecto. Hasta un suéter me pongo, no hay pedo. La bronca es que las casas se calientan. Y aunque la noche se atempere, no se alcanzan a refrescar. Entonces, hace más calor adentro que afuera. Pinche efecto rebote.

Y BUENO, DIRÁN USTEDES, ¿entonces sus pedorros aparatos de aire que se la pasan presumiendo no hacen el paro? Ante temperaturas tan altas todo se rebasa. Por ejemplo, mi caso. Me compré un aparato de aire mamalón, como la hélice de un pinche submarino Titán. Pero los tinacos que alimentan el edificio están en el techo. Todo el santo día les pega el sol y el agua sale hirviendo. Lista pa llenar la taza y la bolsita de té. El aire que sale por las rejillas es caliente. Entonces la ecuación es la que sigue: depa caliente + aire caliente, igual al llano en llamas.

Sólo una vez he padecido temperaturas superiores. En Hermosillo en 2006: 52 grados. Y la única manera de paliarlo fue con cerveza. Pero esa técnica ancestral es un arma de doble filo. Por la mañana saqué la basura y este fin de semana consumí sesenta chelas. La bronca es que te hace miar macizo. Y en lugar de alivianarte te perjudica. Terminas con una deshidratación severa. Y no importa cuánta agua tomes, no te ayuda. Nomás te entripa.

Mientras escribo estoy sentado en McDonald’s con un barquillito. Todas las mañanas salgo de mi depto y me vengo a chupar wifi y descansar del tremendo agotamiento que me causa el calor. Aquí experimento la paz de un clima a la máxima potencia. Por momentos hasta siento frío. Nunca en la vida había agradecido tanto que me castañearan los dientes.

El calor es un monstruo de mil cabezas. En la noche el termómetro marca treinta grados  

EXISTEN SOLUCIONES RADICALES para acabar con este tormento. La primera es pegarse un tiro. La segunda es huir a Alaska. Y la tercera comprar un minisplit. Para de sufrir, Carlangas, me dije. Saca un Frikko a meses sin intereses, te encierras a escribir tu obra maestra y no sales hasta finales de septiembre. No recuerdo la última vez que babeé tanto, debió ser en el Hong Kong, pinches aparatejos me la pusieron redura. Me vi tapado por las noches con un San Marcos de tigres, mientras afuera el diablo cagaba carbones en las banquetas.

Una doña me aventó todo el speech de lo maravilloso del minisplit. Mi cuarto mide 18 metros cuadrados. Por lo que necesitaba uno de tonelada y media. Y pues me sacaron la amarilla porque para uno de esa capacidad se necesitan 220v y el edificio sólo cuenta con 110v. Y la roja me la sacaron cuando me di cuenta de que mi departamento está diseñado de tal manera que instalar el chingado minisplit es una odisea. No aburro aquí con los tecnicismos al respecto. Sólo diré que estoy más salado que la carne seca que venden en la carretera rumbo a Chihuahua.

Es tan nefasto lo que el calor provoca en ti, la irritabilidad, que ni siquiera tienes ganas de coger. Y si lo intentas terminas frustrado. Uno piensa que será como el sexo de los personajes de Pedro Juan Gutiérrez. Pero en realidad es como las luchas de lodo en bikini, pero sin bikini.

No hay escapatoria posible.

Como canta Alejandra Guzmán en uno de sus hits de antaño: “verano peligroso, verano criminal”. Como criminal es bañarte tres veces al día y que aun así apestes a perro remojado. Y para hacer que esto se ponga más sabroso, estamos en plena canícula. O sea que no va a caer agua ni bailando la rola de la Guzmán en pleno desierto, invocando a Tláloc. Esto debe ser lo más parecido al infierno: esperar en las llamas el final de la eternidad.