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Decisión, es la palabra

Por:
  • larazon

Pablo Hiriart

Lo importante del discurso del Presidente Peña vino al final, y no se expresó con palabras. Fue el estado de ánimo y la decisión que transmitió de ir con todo por la transformación del país.

En los próximos meses se escribirá la historia para las siguientes décadas, dijo el Presidente, en lo que fue una advertencia de lo difíciles que serán las semanas venideras.

Pero también fue una señal de que su administración no se va a echar para atrás por miedo a marchas y bloqueos, que seguramente se multiplicarán.

Al Presidente se le veía decidido y con ánimo, a pesar de que el discurso sobre su primer Informe lo hiciera arrinconado en Los Pinos, sin poder ir al Congreso, porque lo prohíben los legisladores, ni a Palacio Nacional, cercado por la CNTE.

“No tenerle miedo a la transformación”, fue la idea que permeó en cada párrafo de la última parte de su intervención.

Eran necesarios ese tono y ese aplomo. Tenía que mandar el mensaje de la claridad de rumbo y firmeza para alcanzar los objetivos.

Ahí estaban los empresarios que deben pensarlo antes de invertir, y no tenían mayores motivos para el optimismo.

Había dirigentes sindicales que se la han jugado con él, en lugar de cambiar de bando y así lavar sus pecados en el Ganges de la izquierda.

En el evento se encontraban panistas y perredistas que enfrentan el acoso interno por estar cerca del gobierno, en un proyecto reformista que ellos contribuyeron a levantar.

Ante ellos tenía que dar un primer mensaje de certidumbre y de compromiso, porque la duda sobre la determinación del gobierno venía creciendo.

Tenía que mostrarse cercano, porque la sensación de lejanía era algo más que percepción.

En su discurso reconoció lo insatisfactorio del magro crecimiento económico obtenido en estos meses, y ató la suerte del futuro del país a la obtención de las reformas educativa, financiera, energética y hacendaria.

Puso todos los huevos en la canasta de las reformas. No hay de otra.

El Presidente quiso transmitir su decisión de usar toda la autoridad del Estado para respaldar a las instituciones de la democracia, principalmente al Congreso. Lo logró. Ahora deberá ratificarlo en los hechos.

Su proyecto, el de las reformas, cuenta con dos extraordinarios operadores políticos, sentados en la primera fila de asistentes: Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa.

De la capacidad de esos dos personajes pende, en buena medida, el éxito del proyecto presidencial. Pero no es lo único.

El gobierno federal tiene la obligación de complementar esa tarea, con algo que dijo Peña Nieto en su discurso: explicar. Y explicar no es algo que esté en los afectos de esta administración.

Del discurso de ayer, me quedo con la decisión: 2013 será el año en que México se atrevió a despegar. Ojalá así sea.

phl@3.80.3.65

Twitter: @PabloHiriart